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Peque Marín

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Peque Marín

Tiene cara aniñada y de buena persona. Cualquiera diría al mirarla que es madre de seis hijos, y ni pertenece a ninguna organización religiosa y sí, en su casa tienen televisión.

Se vino a Málaga por amor y desde que llegó en 2005 no ha hecho más que repartirlo entre los que más lo necesitan. Y es que tras esa cara de niña buena no se esconde, se ve, un corazón muy grande. Dicen que la cara es el espejo del alma, y Peque es sonrisa pura y alegría. Sí, la llaman Peque, aunque sea muy grande y en su DNI ponga Victoria. Un nombre cariñoso y dulce como ella.

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Me derrito en halagos hacía ella, pero poco le hacen justicia. Coincidimos en un programa de radio a principios de verano. Trabaja en una asociación de la que nunca había oído hablar; Asociación Altamar. Un trabajo callado y de hormiguita que revierte más de lo que imaginamos en nuestra sociedad. Tras ellos no hay campañas de publicidad ni de concienciación, ni proyección internacional. Cuántas veces ayudamos fuera cuando tenemos al necesitado dentro de nuestra casa. Y todos necesitan de la generosidad y de nuestro aporte, pero aquí, muy cerca, a la vuelta de la esquina hay personas que necesitan que alguien les tienda una mano.

Málaga. Avenida de Andalucía, El Corte Inglés, Centro Plaza,  La Canasta, Fnac…Unos metros más arriba, muy cerca, menos de los que nos separan de África o el Atlántico, El Perchel y La Trinidad. Dos barrios muy céntricos y muy malagueños, de toda la vida, donde todo no es ideal. Es muy duro decirlo, pero aún queda mucha familia en situación marginal. Y a estas alturas de la historia de nuestro país donde todo el mundo tiene derecho a la educación pública, donde los servicios sociales y sus bancos de alimentos procuran que nadie se quede sin comer, todavía, a estas alturas, como decía, queda mucho por hacer. El conformismo de ceñirse a vivir en las circunstancias en las que se ha nacido, a no ver más allá de la miseria que les rodea, el que nadie les haya dicho nunca que cree en ellos, que pueden llevar una vida mejor, que pueden ser útiles a la sociedad y sentirse mejor con ellos mismos, que en la vida necesariamente no hay que pasar por la cárcel, son en la mayoría de los casos la causa de que no evolucionen y se mantengan anclados en esa marginalidad rodeados sin embargo de las ventajas y comodidades del primer mundo. Y eso sólo se consigue desde el amor y la educación, ya no sólo académica, si no en valores.

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Pensaréis que qué pesada soy, que ya queréis que os presente a Peque, pero es que esta entrevista tiene la doble finalidad de mostrar por un lado a una mujer que es un gran ejemplo y por otro, que entre todos ayudemos y  podamos contribuir a que sigan desarrollando su labor en la asociación en la que trabaja. Por si eres de los perezosos a los que no les gusta mucho leer, pero te gustan las fiestas y ayudar a los demás, el 30 de septiembre a las 21 horas celebran su primera cena benéfica en El Balneario. El donativo es de 35 euros e incluye cena y espectáculo. También necesitan a alguien con experiencia que les ayude a crear un sistema para comenzar a tener socios (padrinos) que le den cierta estabilidad. Si dejas de leer ahora, aquí abajo, al final de la entrevista encontrarás los datos para contactar con ellos. Si quieres seguir leyendo vas a descubrir a una persona y una asociación que desarrolla un trabajo maravilloso.

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La Asociación Altamar tiene su origen en 2005 cuando Margarita (sin apellido por petición expresa) quiso ayudar  a las mujeres del barrio para que pudiesen trabajar y mantener a sus familias. La cruda realidad es que la mayoría se quedan embarazadas muy jóvenes, sin oficio ni beneficio, y de hombres que en mucho de los casos pasan la vida entre la calle y la prisión. Hay de todo, está claro, pero en las calles cercanas a la sede de Altamar esas circunstancias forman parte de la «normalidad”. Volvemos a Margarita y al año 2005. Por aquellas se le ocurre que una forma de ayudar a estas mujeres es darles clases de costura. Así, haciendo arreglillos podrían ganarse la vida. La experiencia no resulta todo lo satisfactoria que cabía esperar, las mujeres acuden a clase con mucha intermitencia.

Hoy la asociación Altamar cuenta con 20 voluntarios que prestan atención a 34 menores y sus familias, lo que suma unas 100 personas, y además atienden a unas 40 vecinos del barrio entre ancianos y discapacitados. Sólo en la Trinidad hay censados 150 mayores que viven solos.

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¿Cómo se llega de una situación a otra en 11 años? Peque nos lo cuenta.

En la calle Pizarro, 29, en un local de la Fundación Santa María de la Victoria, en el primer piso desarrollan su actividad. Dos aulas, un despacho y poco más se quedan pequeños para tan buena labor. Peque se mueve por el barrio con la tranquilidad de quien pasea por calle Larios. «Nos conocen y saben lo que hacemos, así que nos quieren y nos respetan mucho”. Me cuenta mientras va saludando a todos los que nos encontramos.

Cuando son mujeres de fuera que viven en Málaga me gusta saber siempre que las impulsó a venirse. Me cuenta que por amor. Su marido es malagueño.

¿ Cómo conoces a tu marido?

Soy de Madrid y en la misma planta donde vivía con mis padres, mi tío tenía un piso vacío que alquilaba. Mi padre le hacía la gestión y se la alquiló  a unos estudiantes. Cuando les enseñó el piso y llegó a casa mi padre me dijo: «Peque, he encontrado al hombre de tu vida».

Qué gracioso. Y según veo no se equivocó…

Le encantó, y a mí, como ha quedado claro. Estuvimos muchísimo tiempo de novios y él se vino a Málaga. Yo me quedé en Madrid. En aquel momento sólo veíamos dos opciones, o lo dejábamos por la distancia o nos casábamos y me venía aquí.

¿Te quedaste en Madrid porque estabas trabajando?

Trabajaba de pedagoga en un centro de estimulación temprana y en varios colegios. En Madrid lo tenía todo; mi trabajo, mis amigos, a mi familia. Me vine con una mano delante y otra detrás pero con el corazón lleno.

¿Y cómo es que él no se planteó quedarse en Madrid?

Porque tenía su trabajo aquí y a los malagueños les tira mucho su tierra.

¿Te costó dar el paso? Tú también renunciabas a una vida que te gustaba.

Dar el paso no, porque sabía que quería estar con él. Pero la adaptación fue muy dura. Me costó muchísimo. En Madrid estaba súper bien, trabajando, con mi vida, mis amigos, entraba, salía, no paraba.  Y de pronto llego a Málaga y  mi marido se iba a las siete de la mañana y volvía a las once de la noche. Me pasaba todo el día sola y no conocía a nadie. Lo pasé muy mal. Fue cuando di con Altamar, que me ha ayudado muchísimo.

¿ Cómo conoces Altamar?

Desde los trece años siempre he sido voluntaria en alguna causa. Como te digo estaba súper sola y me dije que algo tenía que hacer. Alguien me habló de la asociación y que empezaban con un programa de apoyo escolar y me puse en contacto con ellos. Vine a verlo un día y me enamoré de lo que hacían, y ya no me he ido de aquí. Llevaba unos meses en Málaga y la asociación apenas un año funcionando.

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¿Qué realidad social te encuentras en esta Málaga, en esta otra Málaga?

Pues aquí te encuentras la parte triste. Estamos a tan sólo unos metros de El Corte Inglés  y aquí hay familias con mucha necesidad. Hay algunas que carecen de recursos económicos, otras que viven en una gran pobreza, pero mucha pobreza, y luego te encuentras mucha violencia de género, drogas y analfabetismo. Por ejemplo, aquí hay madres de treinta años que no saben ni leer y ni escribir, que tuvieron que dejar los estudios con trece o catorce para sacar a sus niños o sus hermanos adelante, y no han vuelto a estudiar.

Podríamos pensar que ahora mismo estamos en una España en la que hay educación pública para todos, hay las mismas posibilidades para todos. Supongo que por su entorno familiar no han avanzado…

Por el entorno familiar, muchas; tenían que ponerse a trabajar para ayudar en casa. Sus padres la mayoría no tenían trabajos estables, se ponían de gorrila en algún descampado y de eso tenían que vivir. Eso cuando no estaban en la cárcel por robos o drogas. La mayoría, además, se quedan embarazadas muy jóvenes.

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Peque, ¿Es gente que no valora para nada la educación y las posibilidades que puedan tener? ¿Están instalados en el conformismo o en el «nos ha tocado vivir esto»?

Es que no sé cómo explicártelo. Es el entorno que ellos viven y en el que les toca vivir. Cuando ya tienen a sus propios hijos es cuando se dan cuenta. No te voy a decir que todas, pero sí un porcentaje muy alto de las madres que tenemos, me dicen que no quieren la misma vida para sus hijos. Por eso vienen aquí, porque saben que aquí le damos una educación a los niños para que puedan salir de esto. Y lo más bonito es que con la excusa de traer a los niños ellas también se enganchan y empiezan a estudiar, a aprender nuevas pautas para llevar a los hijos y a sus familias.

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Empezó Margarita con las madres y han vuelto las madres a la asociación…

Ahora no sólo atendemos a las madres y a los niños, si no a la familia entera en colaboración con los servicios sociales. Empezó Margarita con las madres. Para mí ella es un pilar importantísimo y la esencia de Altamar. Ella es la que decide montar un proyecto de acción social, para que las personas a través del voluntariado pudiesen sacar lo mejor de sí mismos. Cuando eres voluntario ayudas, pero es que ellos te ayudan más a ti. La  Fundación Santa María de La Victoria le cedió este local y empezó a reformarlo y a trabajar con las madres para que aprendiesen costura, pero las madres empezaron a faltar, sin embargo siempre hablaban de sus hijos. Es entonces cuando comienza con un programa de apoyo escolar por las tardes.

Y en ese momento es cuando entras tú…

Cuando llegué a Altamar ya había cinco voluntarias y un montón de niños. Estaba todo pintado de verde y daba mucha tristeza, pero había un espíritu tan bonito que te atrapaba. Además de Margarita, en los comienzos había personas como Rosi, una señora de ochenta años que aún viene todos los días, se da su paseíto, pasa lista, pone firme a los niños y se va. Todos los días nos dice que no podría vivir sin esto; ha llegado a venir hasta recién operada porque sabe que su función es fundamental. Ellas le daban las clases. Al llegar yo, que soy pedagoga, empecé a trabajar con los niños desde otros aspectos porque tenían muchísimos problemas emocionales y conductuales, además del fracaso escolar. Empecé a elaborar un plan de trabajo con ellos, con las madres, y abrimos un taller de orientación familiar. Casi siempre digo las madres y no los padres porque son las madres las que están.

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¿Y qué trabajáis con ellas?

Desde talleres de nutrición, a talleres para aprender a educar a sus hijos, a poner límites, a no perder la paciencia, a controlar lo que ven en televisión, el cuidado de la vestimenta… Lo que se trabaja en la orientación familiar, es poner un proyecto educativo familiar personalizado a cada familia, llevarlo a cabo y hacer un seguimiento.

¿Cómo llegan aquí, unas traen a las otras?

Primero se dio a conocer en los colegios de la zona, entonces nos derivaban a niños y de los servicios sociales también. Con los servicios sociales mantenemos un trabajo en red mediante reuniones y haciendo un seguimiento. Pero luego hubo un boom de madres que veían como progresaban los niños y como mejoraban académicamente, como vestían mejor y como las otras madres habían cambiado de actitud con sus hijos.

 



 

Y estas mujeres, ¿se dejan asesorar por vosotras?

No te hablo de un cien por cien, pero tenemos grupos de madres que ven esa necesidad. Hace dos años se graduaron seis madres. Se sacaron el graduado escolar. Ha sido un gran paso para ellas, pero es que para nosotros es una satisfacción también. Cuando los niños ven que sus madres también se ponen a estudiar, cambian. Es el cambiar una realidad.

¿Cómo cambian?

Cambian y mucho. Primero, se motivan más. Luego al ver que hay una disciplina en su casa, que hay un orden, que hay unos hábitos, ellos cambian. Uno de castigos que ponen a  los niños en casa es que como no se porten bien no vienen a Altamar. Eso demuestra que los niños vienen aquí felices.

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¿A qué edades atendéis?

Desde los 6 años y desde el año pasado a los chicos de instituto porque vemos que sino abandonan los estudios, y se meten en líos. Hay algunos que han acabado en Proyecto Hombre o en reformatorios, así que vimos la necesidad de trabajar con ellos también al acabar la primaria.

¿Y cómo se le estimula a un niño de instituto para que siga viniendo a Altamar?

A los niños pequeños también hay que motivarlos. La clave es que aprendan a creer en ellos mismos. Tú piensa que estos niños son niños con muchos problemas. Muchos de ellos ya han tenido contacto con la policía, aunque sea por pequeños hurtos o por situaciones que han vivido en la familia. Vamos, que te llegan con diez años que no saben ni leer ni escribir. Y, de pronto, ves el potencial de cada niño y haces que se lo crea. En cuanto ellos se creen que pueden, salen adelante. Les cambia la mirada, tienen un brillo especial… Tuvimos una niña de unos trece años que llegó aquí salvaje. Estuvimos un año trabajando con ella y dándole mucho amor. Esta niña no iba ni al colegio. Vamos, un desastre. Pues después de ese año quería ser veterinaria. Y no se ha sacado veterinaria pero se ha sacado el grado de administrativo. Otra chica hizo magisterio. Es curioso, la mayoría quieren ser jueces. Están acostumbrados a ver esa figura  por los problemas delictivos que hay en sus casas o por la retirada de menores, que también hay. Pero que quieran ser algo, que aspiren a algo ya es una satisfacción. Intentamos ofrecerles un mundo diferente y al que pueden llegar. Muchas veces te sorprende ver como mantienen la sonrisa con todo lo que sufren.

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¿ No hay picaresca? ¿ No intentan aprovecharse para que le paguéis el alquiler o le deis dinero?

Yo siempre me propuse no dar nunca nada que no fuera educación aquí. Solamente educación, educación y educación… Pero cuando te viene una madre que lleva ya cinco años aquí,  o un niño que te viene llorando porque no ha comido en todo el día, ¿Qué haces? Te derrumbas y le dices que le vas a buscar los medios, pero le pides a cambio que se comprometan a venir. Los niños tienen que venir obligatoriamente los lunes, miércoles y jueves. Las madres, si hay charla o hay taller o hay sesión de orientación familiar conmigo, tienen que venir. Entonces yo les ofrezco ayuda a cambio de ayuda. Hemos tenido dos desahucios que hemos conseguido reubicar. Comida se les da gracias a las Teresianas, al colegio El Romeral y a Malakando. Se les da de merendar cada vez que vienen. Se les dan productos de alimentación y de aseo. Y  en Navidades vienen los Reyes Magos gracias a la generosidad de otras personas. Hemos tenido niños que dormían en el suelo. Nunca habían dormido en una cama. Y eso lo he visto yo, con mis propios ojos. Y se les ha conseguido una cama.

¿Cómo sufragáis tanta ayuda?

Tenemos subvenciones del Ayuntamiento, la Obra Social La Caixa nos dio hace dos años ayuda, y luego de lo que vamos pudiendo. Dani Rovira nos ha ayudado con las galas benéficas. Unicaja ahora con la cena benéfica que queremos hacer. Llevamos dos años con la fundación Luis Olivares haciendo también una cena benéfica.

¿No tenéis socios, no hay gente que se haya comprometido a pagar dinero todos los meses?

Queremos hacer eso, pero no sabemos cómo. Habíamos pensado hacer un proyecto de «Apadrina la educación de un niño», pero no sé cómo hacerlo.

Bueno, lanzamos la petición para que alguien que sepa como hacerlo se ponga en contacto con vosotras. Hay mucha gente que apadrina niños de fuera, seguro que lo harían con niños de aquí…

Y aquí ademas es que es ver la realidad, que la tenemos al lado. Además hay un seguimiento. Porque una cosa que nos distingue es que esto no es solo un apoyo escolar, que los niños vienen y hay un profesor y hacen los deberes. No. Es que aquí cada niño está evaluado. Se le ha hecho un plan de trabajo individual, y  ese proyecto y su plan de trabajo se le ha explicado a un voluntario. Hay veinte voluntarios, dos monitores, y se trabaja personalmente con cada niño según sus necesidades, más la evaluación o el diagnóstico o el tratamiento que pueda ayudar particularmente a cada niño. Haces un seguimiento total, tienes el tratamiento con las familias, el trabajo con los servicios sociales, con los centros educativos. No es que vayamos a engañar a nadie. Todo se puede comprobar si alguien hace una donación.

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Supongo que tiene que ser un trabajo duro y que habrás vivido situaciones límite.

Recuerdo una que además pasó con una familia que me encanta. Les iban a retirar a los niños. La situación era dramática. Salía de aquí llorando, pero es que queremos mucho a esa familia. Le dije a la madre que le ayudaba pero que ella tenía que poner de su parte. Me reconoció que era toxicómana y que quería salir de eso. Así que hice que se comprometiese a ir a un centro de desintoxicación. Y así lo hizo. Va cada vez mejor y la retirada de la custodia por el momento está paralizada. Pero sí, aquí se viven situaciones muy límites. Igual que cuando crees que vas a tener que cerrar porque nos quedamos sin fondos.

¿Habéis vivido muchas veces esa situación?

Claro que hemos tenido momentos muy trágicos. Y decirle a las madres que vamos a tener que cerrar y ofrecerse ellas a ir con pancartas donde haga falta para que el centro permanezca abierto. Me acuerdo una vez que llevaba un año entero escribiéndole a Dani Rovira, no para pedirle nada, sólo para que viniese a ver a los niños. Es muy importante que sientan que son especiales, que son importantes. Y de pronto volvía de Granada y me llama «Hola Peque, ¿tú eres Peque de Altamar?» . Iba con mis seis hijos en el coche gritando, imagínate el momento… Me contó que le habían encantado las cartas, que le habían llegado, sobre todo que yo no le pidiera nada a cambio. Me ofreció entrar en el circuito de galas benéficas que organiza. Estábamos a punto de cerrar y se abrió una puerta. Malakando también nos ayudan mucho. De pronto te llaman para decirte que van a organizar una cena benéfica para que los niños puedan tener Reyes, o se  hacen cargo de sufragar la merienda de los niños durante dos años o te mandan cajas de alimentos para los padres. La Fundación del Málaga ha traído jugadores, o hay cocineros importantes que vienen a dar un taller. Eso para ellos es genial. Lo importante es cada uno ayude como pueda. Todo tiene valor para ellos y para nosotros.

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Supongo que eso además os hace sentir que no estáis solas. 

No. Siempre aparece alguien en el momento más desesperado. Te voy a contar algo que es precioso para que veas cómo son ‘mis madres’. La primera gala de Daniel Rovira, invité a unas madres para que vinieran conmigo al Cervantes. El día anterior le habíamos tenido que dar comida porque no tenían ni para comer. En la gala había que llevar un juguete. Yo no les había dicho nada. Y sin embargo apareció cada una con su bolsa con un juguete. Eso me emocionó. Realmente ellas son las más necesitadas, y sin embargo quisieron ayudar.

img_7409-001Se ve que no te cuesta dar, pero ¿te cuesta pedir?

Pues al principio mucho, porque como te he contado tampoco sabía a quién hacerlo porque no conocía a nadie. Me daba vergüenza, hasta que ves que si no consigues el dinero estos niños se quedan sin el apoyo de nadie. La Presidenta actual, María Silvestre, la tesorera, la vocal de eventos, Isabel Landa, todas somos de fuera y eso también lo ha hecho más complicado. Realmente nos estamos empezando a lanzar ahora y te das cuenta que la gente es muy generosa, que de pronto te viene Malakando, Dani Rovira, la Fundación Málaga y Luís Olivares, o personas particulares que trabajan a lo mejor en un banco y te hacen una donación, o colegios como Teresianas o el Romeral, que recogen comida.

 

¿Qué objetivos inmediatos tenéis?

Que la fiesta del 30 en El Balneario sea un éxito y vaya mucha gente. Eso es muy importante para recaudar fondos y poner en marcha los siguientes proyectos. Queremos comenzar con manualidades y deportes. El objetivo principal es que ellos vean que hay otro mundo y que está a su alcance. Para eso también es fundamental el papel de los voluntarios que la mayoría son universitarios y son un modelo a seguir por los niños. Nos encanta contar con voluntarios hombres. Muchos de ellos están acostumbrados a ver al hombre como maltratador. Pero si ven a uno que les dedica su tiempo, que les trata con dulzura, que tiene paciencia, que tiene carrera…Que son gente joven, divertida, que tiene su vida, sus estudios y quieren un futuro. Entonces el papel del voluntario es más que fundamental.

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En estos años has tenido a tus 6 hijos estando aquí. ¿ Cómo ha sido vivir los embarazos en medio de estas situaciones?

Empecé aquí embarazada del primero, hace nueve años y he estado aquí hasta el día antes de que naciera cada uno. Dos veces he coincidido con dos madres que también estaban embarazadas con muy poca diferencia y hemos vivido los embarazos juntas. Así que muy bien. Muchas veces me traigo a los niños.

 



 

¿Y tus hijos que piensan cuando vienen aquí y ven a niños con situaciones como las que cuentas?

A mis hijos les encanta venir. Estar con ellos les hace ser más sensibles. Mis hijos son todos muy distintos entre sí, pero todos ven esto de una manera natural, siempre se acuerdan de  ayudar al prójimo, no solamente al que más necesita materialmente, sino al que más necesita de todo. Pues si hay un niño que va más retrasado en clase, pues a lo mejor están más sensibilizados. Son más desprendidos, no les cuesta compartir. Cuando los traigo, ellos no ven esa diferencia. Los ven como unos compañeros que a lo mejor no tienen lo mismo que ellos. Pero enseño a mis hijos a vivir con lo justo. También por las circunstancias económicas de mi casa, imagínate con seis hijos. Y yo si no nos dan alguna subvención para el centro que incluya el pago de profesionales estoy aquí pero no cobro. Ese tiempo hay que vivir sólo con un sueldo. Ellos están muy sensibilizados. Les llama la atención que las madres estudien y que yo las enseñe.

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¿Y cómo haces para desconectar cuando sales por esa puerta?

Lo tengo que hacer obligatoriamente porque también tengo que estar con mis hijos y centrarme el tiempo que paso con ellos. Intento apagar el móvil pero es muy difícil. Hay veces que te vas con unos problemas muy gordos y no te quitas a esos niños de la cabeza. Así que lo comento con mi marido o le cuenta la historia que me preocupa a mis hijos. Tienes que aprender a desconectar y hay momentos en los que tienes que cortar y ser muy fría por propia supervivencia emocional.

Peque me cuenta que esas familias le dan más a ella y le enseñan más de lo que ella da. De los niños destaca la sonrisa aún viviendo en un entorno de dificultades, de las madres su espíritu de superación. Se siente orgullosa de los pequeños logros de cada uno; de ‘sus niños’ y de ‘sus madres’. Los aprecia de verdad y eso se nota cuando habla de ellos y le brillan los ojos contando anécdotas  y lo que han conseguido. Le gustaría que unos y otros fuesen realmente conscientes de todo el potencial que tienen. Intenta, junto a sus compañeros y el grupo de voluntarios, que cada día crean un poco más en ellos mimos, hasta que llegue un momento en el que sus vidas sean como pudieran haber sido si hubiesen nacido en otra casa, en otra calle, en otra familia, en otro hogar; una vida llena de oportunidades.

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Día: 30 de septiembre Hora: 21 h Lugar: El Balneario ( Málaga) Donativo: 35 euros

Fila cero: Unicaja ESO9 2103 3050 08 0030035580

 


 

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Pedagoga en Asociación Altamar

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Fotografías Peque Marín : Lorenzo Carnero

Fotografías de las clases cedidas por Asociación Altamar.

Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.

Ver comentarios (4)
  • Muchísimas gracias a Yo Soy Mujer, y en especial a Ana Porras Guerrero ,sin olvidarme del gran fotógrafo Lorenzo Carnero, por la sensibilidad, el cariño y el interés que habéis puesto en esta entrevista. Gracias por haceros eco de estos niños y familias que luchan cada día por tener un futuro mejor y siempre con esa gran sonrisa. Gracias por difundir la labor de Altamar. Educación y familia, por la labor de todos los que forman esta pequeña gran familia, para conseguir que nuestros niños crean en ellos mismos y aprendan a soñar y a cumplir sus sueños. GRACIAS, GRACIAS GRACIAS

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