Se llama Concha, y tiene por apellido uno con mucho peso en Málaga, Gross. Apenas tiene 31 años y ya cuenta con una gran experiencia profesional a sus espaldas. Desde pequeña supo y quiso que su futuro transcurriese entre ese «olor a dientes», como ella le llama. Es la menor de 5 hermanos. Tres de ellos han continuado en la clínica familiar junto a su padre, José Luis Gross. Su hermano Gonzalo es el gerente, su hermano Jose Luís es implantólogo, y ella ortodoncista.
Otra de sus hermanas tiene su propia consulta en Canarias, con la que Concha colabora y donde viaja al menos una vez al mes a revisar a sus pacientes. Algo que le sirve también para fortalecer lazos familiares, ya que la familia de su madre vive en Las Palmas.
La clínica está situada en el Paseo de Reding, en una 5ª planta llena de gabinetes y de profesionales. Mientras estamos en la sala de espera me llama la atención del tránsito de pacientes que van llegando y pasando a consulta. Eso y la amabilidad con los que lo recibe el personal. Es media tarde, aún no son las 5.
Nos recibe Gonzalo Gross, gerente de la clínica, siempre tan divertido pero a la vez profesional. Mientras su hermana termina con un paciente nos enseña la clínica. Creo que podría perderme en sus pasillos. Más de 20 profesionales trabajan en las instalaciones.
Concha termina, nos la presenta, pero no la dejan en paz. Unos y otros la requieren para que vea esto o aquello, a un paciente o una radiografía, de pronto algo en un ordenador. Es un continuo no parar. Casi tenemos que secuestrarla para sentarnos tranquilas y charlar un rato.
La conozco únicamente por las fotos de la web, y a pesar de tanto trasiego, ella transmite serenidad, dulzura, es una persona que inspira confianza. Yo soy de esas a las que le da miedo, pánico diría, ir al dentista. Sin embargo nada más cruzar dos palabras con ella tengo el firme convencimiento de que me pondría en sus manos sin dudarlo ni un momento.
Aparece su padre, nos presentan. Se respira buen ambiente. Es curioso como eso se transmite. Por fin conseguimos rescatarla y nos sentamos a charlar. Os presento a Concha Gross.
Concha, de toda la vida tú has vivido lo que es esta profesión en casa por tu padre, supongo que eso marcaría tu decisión de estudiar ortodoncia.
Sí. Soy hija de dentista, pues de toda la vida en casa había revistas de odontología y «olor a dientes», porque es un olor muy característico. Y a la salida del colegio o de la academia que la teníamos abajo, nuestro día a día era esperar en la sala de espera hasta que terminase mi padre. O sea toda la vida he estado realmente relacionada con este mundo.
¿Tu madre también trabajaba aquí?
No, mi madre es médico en el hospital Carlos Haya. Así que el mundo sanitario ha estado en casa siempre, y luego más en la odontología porque al final la clínica es nuestra, y te da la posibilidad de trabajar para ti. A casi todos los hermanos nos gustaba lo sanitario, pero si estudiaba medicina era más difícil saber dónde iba a terminar.
O sea, ¿que salió de ti estudiar ortodoncia?
En mi caso ha salido de mí 100%. Lo tenía muy claro. Mi hermano mayor sí que dudó un poco más si estudiar medicina, pero yo desde el principio sabía directamente que quería hacer odontología.
Y te vas a Sevilla a estudiar…
Para mí aquellos años de facultad en Sevilla son los mejores años que he vivido, sin lugar a duda. Me fui a un Colegio Mayor y desde el primer día me encantó la convivencia. Estaba acostumbrada a vivir en una familia numerosa, con muchos hermanos y mucho follón siempre en casa. Del Colegio Mayor me gustaba ese no estar sola de pronto, ese trato con compañeras, con muchas niñas que llegamos con 17 años a una ciudad nueva. Como todas estábamos solas hicimos piña y nos convertimos en una nueva familia, la verdad es que fue estupendo. Estuve cuatro años en el colegio y después nos fuimos a un piso. Recuerdo aquella etapa con mucho cariño.
¿Tú no habías salido nunca de Málaga, de tu familia?
Tanto tiempo no, me había ido algún verano a aprender inglés a Irlanda. Pero tampoco me había ido sola, siempre con algún hermano. Nosotros la verdad es que somos muy familiares. Los hermanos nacimos muy seguidos y nuestros amigos prácticamente hemos sido nosotros mismos, no nos hacía falta salir a jugar con los amigos, jugábamos entre los cinco.
O sea, ¿que lo echabas de menos por un lado, pero supongo que por otro lado también era una forma de ser por primera vez tú misma?
Sí, era una forma de realizarme, y claro que los echaba de menos, pero estaba el teléfono y el email en aquél momento. Pero disfruté muchísimo los años universitarios.
Cuando acabé la carrera en seguida empecé un un máster de ortodoncia en Oviedo. Era un máster de cuatro años pero intensivo, no era dedicación exclusiva. Yo iba a Oviedo 10 días al mes y el resto estaba trabajando en la clínica. Realmente elegí ese máster porque era de lo pocos en España que te permiten estudiar y a la vez trabajar. Desde el principio estaba con el paciente y con el día a día de la consulta. Y la experiencia en Oviedo la verdad que también muy bien, era conocer otro sitio, una ciudad maravillosa, aunque se hizo un poco duro combinar trabajo y estudios tanto tiempo.
Al terminar la carrera tenías la tranquilidad de que tenías trabajo asegurado en la clínica de tu padre pero ¿cómo fue empezar a trabajar?
El último año de Odontología era muy práctico. Creo que sólo teníamos clases dos días por semana. Yo venía aquí a trabajar, echaba una mano y aprendía, porque querían que fuese viendo cosas y realmente me encantaba. Mi hermano era profesor en la Universidad en Madrid y también le acompañaba algunas veces, aunque lo suyo era más la cirugía. Realmente, para serte sincera mi intención al terminar la carrera era haberme ido un año de voluntariado a Brasil. Y no me dejaron.
¿Por qué Brasil y por qué no te dejaron?
Bueno, en cuarto de carrera me fui en verano a Santo Domingo con un voluntariado arreglando bocas. Siempre me ha gustado, tenía esa inquietud desde que estaba en Sevilla. Así que me hubiese encantado hacerlo durante un año y el momento era ese, antes de meterme en el mundo laboral, si no luego ya lo dejas. Me iba a ir con una ONG de las Esclavas que estaba vinculada al Colegio Mayor. Pero no me lo pusieron fácil.
Te quedaste con esa espinita por lo que veo, ¿Les has perdonado que no te dejaran vivir aquella experiencia?
Bueno, sí, mi madre me dijo que lo hiciese aquí en zonas menos privilegiadas de Málaga durante los veranos pero no que me fuese un año entero. Y es verdad que aún lo tengo en la cabeza y sigo pensando en ello, pero es cierto que ahora, una vez que ya estás trabajando, no puedo dejar un año entero a los pacientes. A lo mejor podría hacerlo en verano, no sé, ya es más complicado.
Entonces te quedas en la clínica y llegas con ideas nuevas de una carrera que acabas de terminar. ¿Aprendes más o aportas más en ese momento?
Al principio, como todo, es aprender, era impensable llegar aquí y creer que yo podía enseñarle algo a mi padre o a un profesional que lleva aquí toda la vida. Aquí ya empiezas a formarte y a aprender técnicas nuevas, pero ya trabajando, los primeros días tienes que empaparte de todo y poner en practica todo. Es que tienes que aprender hasta el trato con el paciente que eso no te lo enseñan en la Universidad.
Yo he tenido mucha suerte de tener a mi padre y he aprovechado mucho sus conocimientos y enseñanzas. Es una persona que no solamente es tu jefe, es tu padre. Y tanto como jefe como padre es una persona muy tranquila, muy buena, y te lo transmite todo con mucho cariño, te hace todo tan fácil… y cuando estás aprendiendo eso es fundamental porque sales de la carrera y tienes que coger esa práctica poquito a poquito. Tenerlo cerca en ese momento fue maravilloso. Ya creo que llevo ya aquí unos 8 o 9 años con él.
Qué bonito que digas eso de trabajar con tu padre. Hay mucha gente que al incorporarse a las empresas familiares se sienten limitados por su padres.
Yo tengo la gran suerte de trabajar con él y con mis hermanos. Como te decía, en mi familia somos muy piña. A nivel profesional siempre me han dejado hacer y deshacer a mi antojo. Yo creo que mi padre no se jubilará nunca. Esto le apasiona. Si hasta los fines de semana viene a ver urgencias, no le pesa nada, está continuamente en la consulta. Y a mí me encanta que esté él. También colaboró con la clínica que tiene mi hermana en Las Palmas e igual; todos son facilidades.
¿Cómo terminas yendo a Las Palmas a su clínica?
Al principio no las tenía todas conmigo de embarcarme en eso. Pero fue la insistencia de mi hermana la que me hizo dar el paso, yo tampoco sabía si quería ir todos los meses. Veía que iba a ser un poco follón. Pero bueno, ahora que lo hago lo llevo muy bien, aprovecho veo a mi hermana y veo a mis sobrinos.
La mayoría de los ortodoncistas trabajamos así. Como a los pacientes los revisas todos los meses, pues juntas todas las citas en unos días concretos dependiendo del volumen que haya, y hasta el mes siguiente no tienes que hacerles nada. Tengo la suerte que el equipo que se ha formado allí de ortodoncia es muy bueno y cuando voy trabajo muy a gusto.
Estás muy especializada en la ortodoncia invisible…
Bueno, hago de todo. Ortodoncia con brackets convencionales, en niños, ortopedia y ortodoncia invisaling. Realmente estoy más especializada porque te lo demanda el paciente. Desde el principio es una técnica que me gusta y que al paciente le gusta; por lo tanto, siempre intento estar a la última.
¿Y lo de ir a Canarias no se te hace pesado?
No, la verdad es que no. Estoy muy acostumbrada a viajar mucho y no me cansa. Además, como te decía, aprovecho y veo a la familia. Mi madre es canaria y tiene nueve hermanos. La única que vive fuera es ella, así que veo a mis tíos, a mis primos, también tengo amigas allí, también me sirve para descansar e ir a la playa. Mi pareja es psiquiatra y es cordobés. El trabaja también entre Málaga y Córdoba. Así que estamos todo el tiempo moviéndonos.
¿Conectas más con el carácter canario o con el malagueño o tampoco hay mucha diferencia?
Sí, el canario es más tranquilo. Yo cuando estoy trabajando en la clínica soy demasiado activa, pero en el momento que salgo de aquí soy muy tranquila. Sin embargo tengo 100% el carácter de mi padre, y somos muy tranquilos, muy pachorrones. Así que no sé qué decirte.
Me decías que tu padre sigue viendo urgencias hasta los fines de semana en la clínica, ¿En qué crees que se diferencia la gente de la generación de tu padre de la nuestra a la hora de trabajar?
Yo creo que en la mentalidad. Están más acostumbrados a trabajar. Tenían que trabajar porque era ley de vida, tampoco tenían tanto acceso a ver todo lo que se estaban perdiendo. Yo creo que hoy en día queremos trabajar menos porque con las redes sociales, los amigos, las fotos que ves, los países que quieres conocer, las fiestas, ves todo lo que te estás perdiendo. Todo eso te hace pensar si te compensa estar todo el tiempo trabajando. Y antes mi padre no se planteaba en ningún momento el no trabajar, además de sol a sol. Yo recuerdo de pequeña a mi padre llegar a casa tardísimo, pero además, es que llegaba feliz. No le pesaba absolutamente nada, y llegaba un domingo y si tenía que ponerse con el papeleo en la mesa del comedor lo hacía, y nunca le he oído quejarse por el tema del trabajo, ni a día de hoy. Ayer sin ir más lejos, lo recogí a las once menos cuarto de la noche de la clínica. También lo veo en mi madre, quizás por que no lo tuvieron todo tan fácil como nosotros, son muy trabajadores, es su deber y es que no se plantean otra cosa.
Tengo entendido y creo que por lo que me cuentas, que tú también pasas muchas horas trabajando…
Es cierto que le dedico muchas horas a mi especialidad, hoy he entrado a las ocho de la mañana y hasta las ocho por lo menos no me iré, pero es cierto que tampoco me pesa mucho. Y llego a casa y tengo que trabajar con el ordenador, porque a cada paciente hay que hacerle un estudio, hay que hacerle un pre-tratamiento, hay que sentarse y ver las fotos, las radiografías, a planificar bien, y eso lo tienes que hacer cuando no tienes a los pacientes en la clínica. Lo tienes que hacer en lo que se supone que es tu tiempo libre. No sé si en un futuro bajaré el ritmo, pero por el momento lo que hago me gusta mucho y me hace muy feliz.
Bueno, y cuando no estás trabajando ¿qué haces? ¿cuáles son tus aficiones?
(Se ríe) Dormir, intentar descansar. Soy muy dormilona. Levantarme un sábado a las 12 de la mañana me parece maravilloso. Pero tampoco es fácil cuando convives con una persona hiper-activa… (Sigue riéndose)
Tampoco tengo muchas oportunidades de hacerlo, entre que un fin de semana estoy en Canarias trabajando, que voy a muchos congresos y cursos…Me apuntó a todo, ahora que soy joven quiero seguir formándome, además es una forma de mantener el contacto con mis compañeras de Universidad y de master. Si no tengo nada el fin de semana me gusta descansar, ir al cine, navegar, soy muy tranquila. Y aunque esté todo el día con ellos me encanta también aprovechar y hacer planes con mi familia.
¿Te ves siempre trabajando aquí?
Sí, me veo aquí en Málaga, con mis hermanos. No sólo me gusta la profesionalidad que hay sino el ambiente que hay en la clínica. Creo que en parte no me pesa trabajar tantas horas porque trabajo a gusto, si yo tuviese que trabajar sola, o tener que trabajar con otro tipo de jefe, a lo mejor no me gustaba tanto. Con mi hermano Gonzalo me río mucho, siempre está inventando o cantando por el pasillo y da mucha alegría al ambiente.
Yo tengo amigas que por ejemplo no quieren trabajar con sus padres porque no las dejan hacer. Mi padre confía plenamente en nosotros. Si queremos comprar una máquina nueva nos apoya, y así con todo. Es una persona que lo hace todo muy fácil y nos aporta mucho.
En el equipo sois mayoría de chicas, ¿verdad?
Sí. Es que por ejemplo en la facultad de odontología el 85% por ciento de las estudiantes son mujeres. Es mucho más sencillo contratar a una odontóloga que a un odontólogo. De hombres sólo está mi hermano que es cirujano, mi padre, y Gonzalo y luego el periodoncista también es chico.
¿Cómo es trabajar con niños como pacientes?. Hay mucha gente que no quiere trabajar con niños.
Hay muchos padres que tienen miedo al dentista de toda la vida e inconscientemente ese miedo se lo han transmitido a los hijos. Entonces un niño que no tenía por qué tenerle miedo al dentista es el propio padre o madre el que los pone nerviosos. Cuando trabajas con un niño es muy importante la implicación de los padres, el que controlen que los niños se pongan los aparatos. Y a veces es complicado.
Pero bueno, trabajar con niños depende de las edades y de los niños. Hay niños que son una monería, te ríes, son súper colaboradores, y les va estupendamente. Si el niño se acostumbra a venir a la clínica desde pequeñito pues normalmente viene sin miedo, viene contento, viene alegre, son pacientes que son muy fáciles y que se van muy contentos.
Concha, hablabas de lo del miedo al dentista. Yo creo que es algo que nos pasa a la mayoría y muchas veces por eso descuidamos la salud de la boca, que al final es el reflejo de un montón de cosas.
En este país todavía estamos poco concienciados con la importancia que tiene la salud bucodental. Si nosotros supiésemos lo importante que es la boca cambiaría eso. Muchas veces cuando le explicas al paciente lo importante que es cepillarse los dientes y tener su revisión anual, o como realmente el tener esas bacterias en la boca perjudica a sus dientes, en el momento que ellos lo ven son consciente y no les cuesta nada venir todos los años al dentista porque saben el beneficio que les va a aportar. Si nadie nos lo cuenta y nadie nos dice como puede afectar a la boca, pues no vamos al dentista. La gente ve lo de hacerse una limpieza al año más como un gasto que los beneficios. Si en este país se hiciese mas hincapié en la prevención, iría mucho mejor. Si lo dejas por miedo, el día que vas al dentista es cuando duele mucho, la lesión ya es grande y ha afectado hasta el nervio. Entonces hasta la solución es más dolorosa que si hay un cuidado y unas revisiones. No es lo mismo tratar una caries pequeñita que hacer una endodoncia. Y todo simplemente porque no hemos ido por miedo y hemos llegado tarde a la solución. Te aseguro que las revisiones periódicas, al final, suponen hasta un ahorro económico, los tratamientos drásticos cuando el diente está ya muy dañado son más caros.
La clínica está siempre llena. ¿Os habéis planteado ampliar o abrir más consultas?
Tener tanto trabajo y tantos pacientes es una bendición aunque me supone dedicarle muchas horas. Yo creo que estamos bien como estamos. Yo sé que a Gonzalo le proponen cosas pero así estamos bien, muy a gusto. No tenemos tampoco esa necesidad de crecer. Tenemos unos pacientes muy buenos y muy fieles, que vienen desde hace muchos años. Ese trato tan personalizado, conocerlos, ver que luego traen a sus hijos, eso es muy bonito, es un trato muy familiar. Hacemos lo que nos gusta y hay muy bien ambiente, no se puede pedir más.
Me da la sensación de que Concha es de esas personas que hacen fácil lo complicado. Familiar, honesta y trabajadora. Como decía antes, de esas personas en las que puedes confiar.
Fotografía: Lorenzo Carnero Redacción: Ana Porras
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Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.