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Ana Avellaneda: “Que la gente no espere a tener un cáncer para cambiar su vida”

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Ana Avellaneda: “Que la gente no espere a tener un cáncer para cambiar su vida”

Ana Avellaneda acaba de superar un cáncer de ovarios, aunque sigue en tratamiento y en pleno proceso psicológico de digerir lo que le ha pasado. Se sienta delante de mí, y por tanto de vosotros, con varios mensajes que tiene claro que quiere transmitir. No tiene filtros cuando asegura que «tener cáncer es una mierda”. Me lo suelta nada más empezar. Eso, y que está en un momento complicado. Sí, le han dicho que está limpia pero ella ya no es la misma persona a la que le diagnosticaron cáncer ni puede fingir que todo es igual que antes. Se siente presionada por todos los que quieren que haga como si no hubiese pasado nada. Ana es consciente de que sí ha pasado, y su corte de pelo aún le recuerda que hace muy poco tiempo de eso. Ante la cámara sonríe, pero durante la entrevista se emociona en varias ocasiones y rompe a llorar. 

 

No es la primera vez que alguien me cuenta algo parecido. Ese momento tan poco visibilizado del proceso del cáncer en el que el mundo, los que no hemos tenido cáncer, no somos capaces de entender que esa persona ha experimentado una gran transformación. Lo que antes era súper importante, ya no lo es. Pero Ana Avellaneda sigue siendo guerrera y si antes ponía el foco de sus batallas en otros temas, ahora quiere que todos entendamos  que los pacientes de cáncer, tras superarlo, necesitan un tiempo para asimilar lo que les ha pasado y definir el nuevo rumbo que quieren tomar en su vida. El primer paso de ese nuevo camino en el caso de Ana, ha sido traer a Málaga una delegación de la Asociación de Afectados por Cáncer de Ovarios, ASACO.

Ana llega sonriente, con la necesidad de ser honesta, con ganas de decir la verdad, y con ganas de que su experiencia sirva para algo. “Que la gente no espere a tener un cáncer para cambiar su vida”, aunque tiene claro que parece que nos hace falta tener a la muerte pisándonos los talones para llegar a esa conclusión.

Quiso compartir con su entorno en Facebook sus subidas y sus bajadas, cuando se ponía la capa de heroína pero también cuando la vulnerabilidad era máxima. Sentía que quería hacerlo así, aunque haya quien no lo haya entendido. 

Ana es madre de dos hijos, uno de 20 y otro de 18, está casa desde hace 24 años, es abogada y da clases en la Universidad, aunque su carrera profesional se encuentre ahora mismo en ‘pausa’. La enseñanza le apasiona y se le ilumina la cara cuando habla de sus alumnos. Tiene claro que si solo pudiese quedarse con una cosa, se quedaría con la enseñanza. En el ejercicio del Derecho siempre se ha decantado por ayudar a los más desfavorecidos. Está especializada en Violencia de Género y en Abusos a menores. El cáncer le frenó un proyecto que tenía para trabajar en esto último y dar visibilidad a la sociedad de un problema que es más grande más grave de lo que creemos. Y por ese tema comenzamos la entrevista. 

Ana, ¿de dónde viene tu implicación para dar visibilidad a los abusos sexuales?

El tema de los niños abusados sexualmente es una verdadera epidemia y la gente no es consciente de lo que hay en la sociedad. Según datos de Save the Children 1 de cada 7 niños y 1 de cada 4 niñas son víctimas de abusos sexuales. 

«1 de cada 7 niños y 1 de cada 4 niñas son víctimas de abusos sexuales»

A nosotras nos cayó un tema muy delicado en el despacho de una persona que había abusado de 28 niños y nos afectó mucho por la cercanía con una de las madres. Entonces nos dimos cuenta que ninguno de los niños había hablado con sus padres; supe que tenía que hacer algo. Impliqué a mis alumnos del grado de Comunicación para que realizasen un proyecto y me comprometí con ellos a llevarlo al Ayuntamiento. Se presentó el video, se hizo una campaña, trabajé en la mesa técnica y quise dar un paso más y crear un equipo de acompañamiento a los padres. Este es el delito más terrible y el mas silenciado. Pero cuando se estaba presentando ese servicio, la vida me dijo que me tenía que parar y llegó el cáncer. Y lo hace justo en un momento en el que yo sentía que podía hacer mucho por el tema de los abusos. Mi pregunta era ¿por qué me paras justo en este momento?

Ana, ¿cómo reaccionaron tus hijos a la noticia? Porque ya tenían una edad…

Lo han llevado muy mal. No sé si es mejor que sean pequeños o mayores. Lo que sé es que el cáncer te dice «párate, ponte en el centro, tú y solo tú». Y eso a las que somos madres, con la educación que tenemos, nos resulta muy complicado. 

A mí me tocó con un hijo adolescente que lo primero que me preguntó es si me iba a quedar calva. Es curioso. Lo han pasado muy mal. Ellos posiblemente no aprueben que esté ahora aquí hablando de esto. Ellos quieren olvidarlo. Hacer como si no hubiese pasado nada. Y mi psicóloga oncológica me dice que es normal. 

Por eso cuando conocí a ASACO me llamó la atención que fuese Asociación de ‘Afectados’, siendo de cáncer ginecológico. Y es porque es una asociación que ampara también a los familiares, pero es porque los familiares lo pasan muy mal. Así que ahora cuando mi hijo ve que que sigo de alguna forma relacionada con el cáncer, no le gusta.

¿Cómo te detectan el cáncer?

Pues estoy viva porque me ha tocado la lotería de vida. Estuve 8 meses de un médico a otro haciéndome pruebas. Tenía todos los síntomas del cáncer de ovarios como dolor abdominal inespecífico, y un cansancio tremendo. Pero lo del cansancio pensaba que era por la edad. Nunca imaginé que tenía cáncer de ovarios. Siempre he estado pendiente del pecho y de si me salían bultitos, pero nos olvidamos de que tenemos ovarios. 

«Estoy viva porque me ha tocado la lotería de vida»

Hasta que después de muchos meses dando vueltas y con una cita pendiente con un digestivo, un médico de urgencias de Carlos Haya me mandó una ecografía abdominal y me mandó directamente al Materno en ambulancia. Allí cometieron lo que a mi entender es un error, en vez de hacerme una ecografía abdominal me la hicieron una vaginal y no detectaron nada. Así que me mandaron a mi casa. Y ahí es cuando, por mi forma de ser, empiezo a remover todo y contacto con una amiga médico para que me mande un análisis súper completo. Lo de los marcadores tumorales era algo que no existía en mi mundo. Yo siempre creía que era algo digestivo porque había tenido pancreatitis y piedras en la vesícula. 

Y así fue como después de pasar por un internista, hacerme los análisis y hacerme un TAC gracias a un amigo, el 11 de octubre de 2018 mi radiólogo me dijo que tengo cáncer de ovarios y que lo tenía bastante avanzado. 

Cuando te ves delante de una puerta en la que pone ‘consulta oncológica’ la sensación era de que estaba viviendo una película y me iba a despertar. 

Siempre decís que tenéis esa sensación de estar viviendo algo irreal cuando os dan el diagnóstico… 

Es que la pesadilla empieza cada día cuando te levantas. Dormía plácidamente por la noche y me despertaba y tenía cáncer. Es terrible, ese momento es terrible. La sensación es que te pinchan las cuatro ruedas, que se para el mundo y que te vas a morir. 

Cuando me dieron la noticia decidí no decirle nada a mi familia hasta que no tuviese la primera cita con el médico y me lo confirmase. Fue el peor fin de semana de mi vida. Solo se lo dije a mi hermana que había tenido cáncer y a una amiga.

Ahora me rio, pero me fui vestida de guerrera a la consulta del médico. Me vestí completamente de verde, me puse una chaqueta de camuflaje y me pinté los labios de rojo, y dije “aquí estoy yo”. 

¿Pensaste en la muerte?

Por supuesto, está todo el rato a mi lado. Eso es lo que me hace tener los pies en la tierra. 

Yo quería dejar cartas escritas, vídeos, era como que me faltaba el tiempo… Decidí compartir mi experiencia y desnudarme en las redes sociales. 

 

¿Has aceptado el cáncer?

Yo creo que sí lo he aceptado, pero la psicóloga de la AECC dice que me he resignado. No sé dónde está la diferencia. La resignación me suena a “esto es lo que hay”… Yo no he estado enfadada. He hecho todo lo que me decían, y soportando las efectos de las quimios, que te destruyen. Sientes que mueres por dentro y sientes tanto dolor que el umbral del dolor se me ha elevado. Durante todo ese tiempo no he tenido tiempo de pensar, he estado muy acompañada. Cada vez que me daban la quimio el hospital se convertía en una fiesta. No he pensando en lo que se te viene encima después. 

Creo que lo peor del cáncer es cuando ya te dicen que estás limpia, es curioso. 

«Creo que lo peor del cáncer es cuando ya te dicen que estás limpia»

Cuando me detectaron el cáncer me fui sola a una conferencia de la AECC y lo que más me llamó la atención fue un chico que dijo que cayó en una depresión cuando superó el cáncer. Superarlo me refiero a cuando ya no tienes la enfermedad dentro. Pero hay mucha gente que se deja a sus parejas por el camino. No nos enseñan ni a tener una enfermedad ni a que tu pareja tenga una enfermedad. Te sientes muy sola, muy incomprendida. 

¿Hay una Ana antes de aquel día en la consulta y una Ana diferente ahora?

Siempre he sido una persona que digo lo que pienso y eso me ha traído muchos problemas. Si antes tenía dos filtros, ya no tengo ninguno. He cambiado porque ahora lo hago desde la paz. Ya no soy tan beligerante como era antes. Pero tengo más claro todavía que hay que ser libre en una sociedad en la que si piensas distinto al resto te condiciona mucho. Tengo que ser como era pero desde la paz, sin enfrentarme. No quiero estar en ese mundo de confrontamiento, pelea y lucha en el que yo estaba. Se pueden cambiar las cosas o se puede aceptar que hay cosas que no se van a cambiar nunca. Y ahora acepto, pero soy más peligrosa porque digo mucho más lo que pienso. Ahora tengo la fuerza de estar viva pudiendo estar muerta, y eso es muy peligroso. 

Ana, eso de las cartas y el vídeo, ¿llegaste a hacerlo?

(Se ríe) Es que yo soy muy apasionada y eso es positivo y negativo. Por ejemplo, yo no entiendo que haya que sacar en las películas siempre a las personas con cáncer como muy descuidadas. Yo me pintaba los labios rojos. No, no lo hice. 

¿Te rendiste alguna vez?

No, pero entiendo a la gente que se rinde. Sé de personas que no quieren ver a nadie y se aíslan. Cada uno vive esto con las herramientas que tiene y hay que respetar esa decisión. 

Muchas veces aconsejamos y no nos lo piden. Me parece indigno que si estás enfadada porque tienes cáncer llegue alguien y te diga que cambies de actitud. Claro que la actitud te ayuda a sobrellevar lo que se te viene encima, pero que no me digan que es la clave para esto. La clave es tener unos buenos médicos, estar acompañada y tener ayuda cuando lo pides. Pero si te vienes abajo y lloras, eso no te va a matar. Vivimos en una sociedad en la que nos han impuesto que tenemos que ser felices y positivos incluso en lo más negativo de nuestra vida. Y yo me revelo contra eso. El cáncer también es reconocer que no puedes más, que el cáncer es una mierda. Hay que aprender a aceptar lo negativo que tiene la vida. Hay que permitirse vivir con el dolor, sentirse mal… Claro que me he venido abajo, pero rendirme nunca.

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«Me hubiese gustado pararme sin la necesidad de tener que pasar por el cáncer»

¿Buscaste una explicación más trascendental a lo que estabas viviendo?

Creo en Dios. Durante todo el tiempo que he estado en el hospital he pedido la ayuda del Capellán y eso me ha dado paz. Es en lo que me he educado. Pero prefiero ver el mensaje que me ha mandado la vida, y la vida cuando te manda esto es para que te pares. Es muy triste que te tenga que pasar esto para que te pares. A mí me hubiese gustado pararme sin la necesidad de tener que pasar por el cáncer.

Vivimos a una velocidad como si no nos fuésemos a morir nunca. Lo hablaba con una amiga que tiene cáncer y es más joven que yo. Es como los faraones que atesoraban todo en las tumbas y luego venía quien fuese y se lo llevaba todo… No nos vamos a llevar nada. Solo somos conscientes de la muerte y nos paramos cuando muere alguien que nos llama la atención, pero luego nos metemos otra vez en la vorágine del día a día y nos creemos que somos inmortales. 

Si nos planteamos que vamos a estar aquí dos días, lo importante no es competir, es ayudarnos. Si tuviésemos ese planteamiento este mundo sería un lugar mejor. ¡Si nos vamos a ir todos! 

Creo que esto forma parte de un plan superior y a mí me ha pasado para que cambie mi camino. Te entran ganas de dejarlo todo. En mi caso porque económicamente no me lo puedo permitir, pero me dedicaría a escribir. 

El cáncer afecta todas las partes de tu vida y mis ingresos venían del despacho y ahora todo eso también se ha parado. Tengo que darle un par de vueltas a eso… De esta dimensión económica del cáncer tampoco habla nadie. Y es una realidad. 

 

Ana, eres usuaria de los servicios de la AECC, pero sin embargo abres la delegación de ASACO en Málaga. Supongo que no son incompatibles, pero si hay algo que me planteó muchas veces y es si al cáncer hay que empezar a ponerle nombres y apellidos por las particularidades de cada uno de ellos…

Yo me siento totalmente amparada por la AECC, es a los primeros que recurrí. También te digo que he tenido muy buena relación con Asamma, pero yo me encuentro que tengo un cáncer específico, el de ovarios, al que llaman el asesino silencioso. Normalmente se detecta en estadios muy altos y si te lo diagnostican en un estadio muy alto las posibilidades de que vuelva a aparecer es también muy alta. De hecho, a mí no me van a dar el alta médica total hasta dentro de 5 años. 

Lo que me doy cuenta es que hay una falta de atención específica en este tipo de cáncer, está todo más centrado en el cáncer de mama. Y es verdad que es más común, pero el de ovarios es más mortal. Y por eso encontré a ASACO y me traje la asociación a Málaga. Si me lo pienso mucho no lo hago, pero ahí estoy. 

Presentación de ASACO en Málaga

«La guerra ya ha pasado, pero el edificio está en ruinas»

Y ahora, ¿qué?

Pues en esas estamos. Sigo con el tratamiento hasta junio. Y me apetece mucho volver a la Universidad y a mis alumnos. Tengo que masticar el “ahora qué”. 

Fíjate que siempre me he dejado llevar por el corazón, pero cuando me detectaron el cáncer fue la mente quien tomó el control. Es ahora cuando el corazón me pide su sitio. Y estoy pasando por el momento más duro de la enfermedad, precisamente ahora que estoy limpia, aunque siga con los efectos de la enfermedad. (Se emociona) La guerra ya ha pasado, pero el edificio está en ruinas…

En abril del año pasado le dijeron que ya no estaba el cáncer en su cuerpo. Ana quiere visibilizar el cáncer de ovarios y recordarnos que nos hagamos revisiones ginecológicas periódicas. Pero sobre todo quiere que su testimonio nos remueva y que seamos capaces de hacer los cambios que nos está pidiendo el corazón sin tener que esperar a que un cáncer te frene en seco y te recuerde que por ahí no vas bien. 

Apagamos la grabadora y seguimos hablando. Tengo prisa, como siempre. Tiene razón Ana; siempre vamos corriendo sin detenernos a pensar que lo único que tenemos de verdad es el ‘ahora’. Este momento no vuelve, pero solemos posponer la vida para después, lo que realmente nos gusta, lo que nos hace felices… 

Todas las personas supervivientes de cáncer que he entrevistado o con las que he tenido la oportunidad de hablar, todas están de acuerdo en que la enfermedad ha llegado a sus vidas para pararles y hacerles reflexionar sobre el rumbo que estaban siguiendo. Ana Avellanada nos repite ese mensaje, que no sea necesario tener un cáncer para escuchar a nuestro corazón. Pero eso, escuchar esa voz interior requiere de mucha valentía en la mayoría de los casos. Una valentía que nos lleva a romper con muchas cosas y personas que forman parte de nuestra vida actual. Evidentemente, hay que pagar un precio por ello, pero los que lo han hecho aseguran que merece la pena. El precio por quedarse puede ser aún más caro. 

Cada vez estoy más convencida de que estamos aquí, viviendo esta experiencia terrenal, para disfrutar y aprender. Posiblemente las dos cosas puedan ir de la mano si nos dejamos guiar por el corazón y no haya que aprender siempre a base de golpes. Termino la entrevista, miro a los ojos a Ana y habló desde la empatía limitada de no haber pasado por lo que ella está pasando, pero lo único que me sale es decirle: “suelta y confía”. Algo que me repito a mí misma muchos días y que no resulta en un ejercicio sencillo. Gracias Ana, porque tu testimonio es un regalo para quien sepa integrarlo. 

Fotografía: Lorenzo Carnero

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