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Soledad Cárdenas Peñalver

Soledad Cárdenas Peñalver

Soledad Cárdenas. Me insiste en que por favor ponga su segundo apellido. El mismo que comparte con la protagonista de su obra: Peñalver. Soledad, Victoria, dos nombres que evocan emociones muy distintas. Dos emociones que como mujer saben lo que significa. 



Quiero pensar que Soledad, o Victoria, o las dos juntas me encontraron a mí. Son de esas historias-personas que se cruzan en tu vida por casualidad y que te llaman a la reflexión, a pararte un momento. 

EM9A8372-001Fotografía del día de la inauguración

Málaga. ‘La Caja Blanca’. La Asociación de Jóvenes Empresarios celebra su entrega anual de premios. Ese mismo día, en ese espacio, Soledad Cárdenas Peñalver inaugura su exposición «Victoria Peñalver. Un alto en el camino”. Detrás de una treintena de dibujos hechos con un iPad, su historia de descenso a los infiernos, su historia de superación personal. Varias frases de Soledad me tocan el alma. Activan ese click de que tras esa cara bonita, de esa sonrisa amplia y generosa hay algo que merece la pena ser contado, no solo a través de esos dibujos que le sirvieron de terapia en una fase de su vida, a los dibujos quiero ponerles palabras, las suyas. 

EM9A8350-001Fotografía del día de la inauguración

Quedamos unas semanas después. No hay nadie más que el conserje. ‘La Caja Blanca’ acaba de abrir. La misma sonrisa, el brillo de sus ojos… Se acerca a uno de los dibujos. Está lleno de sufrimiento y dolor. Evoca tristeza, angustia, llanto, un grito ahogado en lágrimas. 

– Creo que debería contarte uno a uno lo que representan. Esta exposición realmente adquiere sentido cuando sabes el porqué de cada una de estas imágenes. Aunque puedan generar tristeza hay que mirarlas desde otro paradigma, el de la superación. Es una historia con un final muy feliz.

 El rojo y el negro representan el dolor y la tristeza y son los colores predominantes de una obra que está ordenada cronológicamente y que va dejando poco a poco que aparezca el blanco, casi al final. «Tsunami interior”, «Hecatombe», «Miedo y Culpa”, «Vulnerabilidad”, «Frustración”, «No me lleves” o «Superación” son los nombres de algunas de las 32 obras que cuelgan en la pared y que salieron de una Soledad que las fue sintiendo en su interior, una a una. La mayoría recogen las idas y venidas de un personaje, Victoria, por la senda tenebrosa de la depresión más absoluta hasta alcanzar la claridad. 

– Esta simboliza la vida que había tenido, una vida perfecta. Había hecho todo lo que la sociedad le había ido marcando, una carrera, un super trabajo, todo muy bien, buena persona, con valores, principios…. 

– Este representa a toda esa gente que te dice desde fuera «Venga que tú puedes, levántate” y no se dan cuenta que no te puedes levantar porque tu cuerpo y tu mente no te lo permiten, no te puedes mover. Te levantarás, pero en ese momento no puedes. ¡Que también hay que permitirse no poder en determinados momentos!

En los dibujos aparecen psiquiatras, psicólogos, terapeutas y amigas representadas con sus manos blancas tendidas hacia Victoria que intentan poner luz a la realidad o subiendo por unas escaleras a su cabeza.

Continúa dibujo tras dibujo hasta que el personaje, hasta que la mujer, encuentra una tierra nueva en la que despojada de todo lo anterior comienza otra vez con la certeza de que todo es posible.

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32 láminas, el mismo número que su edad, seleccionadas de entre más de 200 que describen lo que vivió su autora entre 2014 y 2015, cuando se rompió: » Tenía que haber escuchado a mi cuerpo”. 



Si no conociese su historia poco me haría imaginar que esa mujer que transmite tanta alegría, que se deja llevar y se divierte con la sesión de fotos que le hace Lorenzo, ha podido sufrir tanto, un sufrimiento que la ha vuelto más sabia, que le ha enseñado a ser quién es y quién quiere ser. Choca lo que cuenta en esta entrevista con las fotografías que la acompañan. Una mujer de mirada dulce que ha trabajado desde que tenía 14 años, independiente, fuerte, pero que no pudo evitar caer en la peor de las depresiones. Ahora que ha renacido, que es una nueva Soledad, quiere que su testimonio pueda ayudar a otras personas a salir, a no sentirse solas, a no sentirse culpables porque un día su mente y su cuerpo se desconectaron de este mundo. 

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¿Por qué ‘Victoria Peñalver’?

Simplemente el nombre salió así.

Pero, es el apellido de tu madre, ¿no?

El apellido de mi madre, sí.

¿Qué supuso tu madre en el proceso?

Mi madre muchísimo respeto y entendimiento. En ningún momento dijo: «¿Pero qué pasa? Levántate de la cama», fue muchísimo respeto y muchísimo entendimiento.

Bueno, pues empezamos por el principio, ¿eres de Málaga?

Nací en Málaga y estudié en el colegio de Las Esclavas. Hice la carrera también aquí, hice Derecho, y al acabar la carrera me fui a Australia a hacer un curso de Business English. Estuve allí cerca de un año, trabajando de todo lo que pillé y viajando. Fue una experiencia increíble. La gente se sorprendía de que quisiera irme a Australia, me decían que estaba muy lejos. Pero te das cuenta que los sueños se cumplen. Conseguir sueños te da una fuerza tremenda. Cuando volví, empecé a hacer una pasantía en un despacho y vi que necesitaba algo un poquito más internacional. Entonces eché una beca para Madrid para hacer un máster de Relaciones Internacionales y me la concedieron. Mientras trabajaba en IFEMA, de becaria, al principio en el departamento de desarrollo de negocio y luego en expansión internacional. También hice un programa de ‘Mujer y Liderazgo’ y estaba muy contenta.

Después de ahí me fui a un despacho de abogados y el ritmo empezó a subir. Y claro, por circunstancias laborales y personales empecé a no escuchar mucho a mi cuerpo, empecé a tener muchos dolores de cabeza, vomitaba, y yo no hacía caso, seguía, seguía, seguía, seguía el ritmo.

Tenía el trabajo que cualquier persona a mi edad podía soñar. Y me decía «yo puedo, yo puedo», y llega un momento que el cuerpo te dice: «Tú puedes, pero yo no”. Me vine a Málaga dos días a desconectar y se han convertido en tres años.

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¿Qué pasó?

Como te decía me vine para desconectar, y pensar un poquito qué hacer pero caí, y caí. Era algo súper nuevo para mí, no lo podía entender. Me decía : «Yo no puedo tener esto, es imposible, si eres fuerte no puedes tener una cosa así”. Cuando el médico me dijo que tenía una depresión yo pensaba que eso no iba conmigo, pero así fue.

¿Cómo era tu vida en Madrid?

Trabajaba mucho, pero aparte de eso mi vida en Madrid era lo que podríamos llamar perfecta, yo tenía un buen trabajo, vivía con mis amigas, salía y entraba y estaba muy contenta pero claro, forzamos, forzamos el cuerpo y el cuerpo responde.



¿Y en todo ese proceso nunca te diste cuenta que no eras feliz con lo que estabas haciendo?

No.

¿Y qué pasa en esos dos días que te vienes a Málaga, en el momento en el que paras?

Que mi cuerpo no tira. Yo me desconecto de todo, me olvido de la realidad. Fue una desconexión muy grande. Tuvieron que encargarse de llamar a mi trabajo y de arreglarlo todo. Mis amigas tuvieron que hacerme la mudanza de Madrid.

A mí me costó mucho entenderlo porque yo lo veía como tú lo ves, seguro que no lo puedes entender.

(Supongo que dice eso por como la estoy mirando en ese momento) Perdona, es que no se lo había oido contar a nadie así… Que cayese de una manera tan repentina. 

Sí, porque llevaba mucho tiempo con un ritmo muy alto, entonces desconecté. En ese momento descubrí la pintura como un método que a mí me liberaba, mucho más que cualquier conversación con un psicólogo. De hecho les enseñaba los dibujos para explicarles que me pasaba y me entendían perfectamente, fue una manera de comunicarme con ellos muy importante. Y cuando ya estuve bien y vi todo el camino que había recorrido, no quise quitarle valor. Muchas veces le quitamos el valor a lo que hacemos, es como que no pasa nada porque lo hemos hecho nosotros. Esto le pasa a mucha gente y hay gente que no sale. Y hay que tener mucha fuerza y mucho orgullo, por decirlo así, por que cuando estás acostumbrado a no pedir ayuda, pedir ayuda te cuesta mucho. 

He visto a través de Victoria la trayectoria que he tenido y cómo lo he vivido. A mí hay imágenes que me impactan también, por que yo no estaba tampoco muy consciente, lo pasaba mal, pero tampoco era consciente. Desde fuera lo veían más. La pintura ha supuesto eso, el poder ver, valorar y sobre todo me gustaría que si alguien ve las imágenes y se siente identificado que diga: »Si esta chica sale de ahí, yo también».

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Soledad ¿Cómo es el proceso? Hablas siempre de una desconexión entre tu cuerpo y tu alma, o sea, y tu cabeza.

De mi cuerpo, de mi mente y del mundo exterior. Es como si tú tienes una fábrica que funciona a todo gas todo el rato y  le das a off, y off es off, off total. No te lo puedo explicar porque nunca me había pasado antes, y  ahora diciéndolo, escuchándome cómo te lo explico a ti, me digo: »¿Cómo te ha pasado esto?’’. La psicóloga me decía que esto es muy normal, que lo mio era de libro.

¿Quién toma la decisión de buscar ayuda profesional?

Mi madre fue la que me dijo que había una psicóloga que me podía ayudar. Yo creo que es fundamental y que hay que verlo como una cosa normal. De hecho, uno de los médicos que vi que me decía que en Estados Unidos es normal tener un terapeuta igual que tener un dentista y la gente lo habla tan normal. Si hay una facultad llena de gente, saliendo generación tras generación, será algo que está vivo, que está latente y que la gente demanda.

Dices que tu madre te respetó, pero, ¿tuviste presión por algún lado?

Nada. He tenido la gran suerte de que todas las personas de mi alrededor, de una forma o de otra me han ayudado. Incluso las que se quitaron de en medio, me respetaron y me esperaron hasta hasta que yo volviese. He tenido la gran suerte de tener un entorno de diez.

Tengo una muy buena amiga que trabaja con niños especiales y con niños autistas y que estaba en Málaga- porque muchas de mis amigas estaban en Madrid también-  y que supo entenderme súper bien, hablaba mi idioma, ese ha sido un apoyo fundamental.



¿Tenías novio cuando te pasó esto?

No, no tenía novio. Tenía muy buenas amigas y lo pasábamos muy bien, estábamos todo el día para arriba y para abajo y vivía con ellas. A mis amigas les doy otro diez, me ponían hasta la lavadora. Pensamos que era cansancio, entonces ninguna supo identificarlo y era impensable que me pasase algo así. 

También he aprendido que muchas veces juzgamos y decimos: «Eso no me puede pasar a mí, eso solo le suele pasar a gente que no sé qué…”. Aquí nos puede pasar de todo a todos, hay que mirar a la gente con respeto. Porque hoy le pasa a esa y mañana te pasa a ti.

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¿Y tus hermanos? Por que una de tus hermanas juega también un papel muy importante en tu recuperación. 

Nosotros somos cinco. Una de mis hermanas vivía en Alemania y se iba a Qatar, me dijo que me fuese con ella y me fui con ella.

Comencé con todo en abril de 2014 y me fui a Qatar con mi hermana y su familia en septiembre de 2015. Fue genial, porque era un mundo nuevo respecto a todo, en todos los sentidos.

¿Cómo estás en ese momento en el que decides que te vas con ella? Supongo que ya tendrías que estar mejor, con más iniciativa…

Sí, ya estaba más despierta. Estaba empezando a remontar, mucho más consciente, pero ayuda también el hecho de irse a otro país. No te conoce nadie, empiezas de cero, paseas, haces ejercicio, ayudaba un poco con mi sobrinas y las niñas siempre te recargan un montón.

Yo he viajado mucho, he vivido en Italia, he vivido en Australia y he viajado por Europa pero es que Qatar es tan diferente que era imposible no despertar por muchos motivos; la cultura, como se vestían… Es un país que parece un decorado. Está todo impoluto. Han cogido lo que más les ha gustado de cada país y lo han montado ahí. Y a eso hay que añadir que mi hermana y mi cuñado se portaron de manera espectacular.

¿Cómo hacías allí sin tu terapeuta?

Allí no tenía a nadie pero tenía a mi hermana y a su marido que hacían las veces de psicólogo y de entrenador personal y de todo. Cuando me fui dejé esas ayudas profesionales, pero vivía con mis sobrinas en un sitio súper agradable, en un país que no conocía a nadie y fue un gran empujón.

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¿Muchas veces hay que escapar para encontrarse?

Más que escapar, cambiar la visión que tienes de las cosas. Yo antes pensaba que el éxito era llegar muy alto profesionalmente y asociaba el éxito con lo profesional, y me he dado cuenta que no. El éxito para cada persona puede ser una cosa completamente diferente. Y para mí ahora, el éxito es equilibrio, es tener todas las áreas de mi vida que son importantes al mismo nivel. Que el trabajo no se coma el área del amor, que el amor no se coma el área de la amistad o del trabajo, es tener equilibrio, aunque lo tengas todo a tres, pero está todo en armonía  y ese es uno de los grandes aprendizajes que yo me llevo de esto.

¿Y eso cómo se consigue?

Tengo en la cabeza una herramienta que ayuda un poco a eso, pero eso lo desarrollaré más adelante. Pues eso se consigue, primero, identificando qué es lo importante para ti, porque a veces nos creemos que es importante una cosa y luego lo pensamos dos veces y no lo es tanto. Pregúntate: ¿Qué es importante para ti? Imagina que la respuesta es que para ti lo importante es la familia. La siguiente pregunta es: ¿Qué es lo que es importante con respecto a tu familia para ti? Pasar tiempo con mi madre, ir a visitar a mi sobrina… Pues esas cosas las tienes que meter en tu agenda, en tu caso como si fueran la entrevista más importante de tu vida. Porque al final si tú no estás bien, nada de lo que hagas va a estar bien. Tienes que cuidarte, tienes que respetarte, tienes que agendarte y saber qué te hace feliz, identificar lo que a ti te hace feliz. Si me hace feliz ver atardecer pues dos veces a mes me voy a ir a ver atardecer sola con mi libreta. Agenda las cosas que te hagan feliz. Queremos correr, queremos correr, queremos llegar, ¿llegar a dónde? ¿Y cómo? Yo también me he dado cuenta que la vida te puede cambiar de la noche a la mañana, yo sé que es un tópico. Pero la vida te puede cambiar de una forma tremenda. Hay que cuidar la salud. No llegar al límite de que te pasen estas cosas porque se pueden evitar.

¿Cuándo decides venirte de Qatar?

No me acuerdo exactamente de la fecha, pero mi hermana se iba a venir en un mes y pico y entonces me volví. Estuve unos siete meses allí. Mi hermana ahora está en Japón; el marido es jugador de balonmano.

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¿Cómo es la Soledad que se va a Qatar y la Soledad que vuelve de Qatar?

La Soledad que se va es una persona completamente perdida, destrozada, una persona triste, que no puede hacer las cosas por sí misma, que no es capaz de hacerse la comida, de poner una lavadora, de muchas cosas que antes eran normales. La Soledad que vuelve ya pone la lavadora sola, hace la comida, ya es capaz de recoger a sus sobrinas del cole, de ir sola a la calle en un país que no conoce a nadie, de volver a retomar el inglés, que siempre lo he hablado bien. Pero es que hubo un momento en el proceso en el que les decía a todos: «Es que no puedo leer”. Yo veía las letras, pero es como si me pones delante un libro en alemán, yo no entendía lo que ponía. Entonces, al estar en Qatar y poder leer en inglés, poder volver a leer en español, es como renacer.  Es que es muy extraño, es volver a nacer con toda la experiencia que has tenido de la otra vida y quitándote las cosas que ya sabes que no tienen que estar. 



En Qatar me apunté a un programa de startup que lo patrocinaba Google y fue una cosa que me vino muy bien. Con un grupito tenías que exponer tu idea y yo estuve trabajando un fin de semana entero con qatarís, con indios y con gente de muchos países. Luego expuse la idea ante 60 personas y eso supuso el demostrarme a mi misma que era capaz otra vez de hablar en público, de relacionarme con gente, de que había sido capaz de acabar haciendo un programa en la Universidad de Qatar, aunque fuese en un fin de semana, pero me dio muchísimas herramientas para volver a confiar en mí misma y ser muy fuerte otra vez. Pero esta vez con una sabiduría y un aprendizaje tremendo, con equilibrio.

Cuando vuelves a Málaga supongo que tendrías a mucha gente expectante sobre cómo ibas a volver…

Para empezar la que vuelve es una Soledad que ya es capaz de coger de nuevo un avión sola, como cuando me fui a Australia. En Málaga hubo gente que ni se enteró de todo esto. De hecho, muchos se enteraron cuando vieron el artículo que publicasteis de la exposición. Claro, soy una persona muy sonriente, salgo mucho, hablo mucho, entonces la gente es que no se lo explica. Yo me quité completamente del mundo durante esa etapa, tanto metida en mi casa como después en Qatar. Ahora me ven bien, con unos «kilillos» de más, pero bueno.

¿Cuándo vuelves retomas la terapia?

Cuando vuelvo aquí sigo viendo a esta persona que te he comentado mientras te enseñaba los dibujos que es súper especial, la de la imagen, y muy de vez en cuando. Me parece que es súper importante que todos tengamos a alguien que nos guíe. Es como una amiga incondicional, pero que encima tiene las herramientas para hacerte ver las cosas de una manera objetiva y que estás en un entorno tan seguro, que sabes que eso no va a salir de ahí. Lo veo súper necesario.

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¿Cuándo te das cuenta que esos dibujos que has ido haciendo durante todo el proceso pueden ayudar a otras personas?

Con la exposición, cuando decidí presentarme. Yo se los enseñaba a mis médicos y ellos de broma me decían que tenía que mostrarlos. Pero fue hablando con una amiga la que me animó a registrarlos y es cuando vi la convocatoria del Ayuntamiento de Málaga de ‘La Caja Blanca’ y los presentamos, me aceptaron y gané el concurso. Cuando los imprimí yo misma me sorprendía de lo que había creado, de que lo que había sacado de dentro de mí ahora fuesen cosas físicas. Es una satisfacción tremenda.

Mucha gente que vino a la inauguración no sabía nada. La gente alucinó mucho. Y viendo las imágenes hay mucha gente que me ha dicho que se siente como Victoria Peñalver en uno u otro dibujo. Me he dado cuenta que se liberan un poco porque ven fuera lo que ya han sentido dentro y al tú ver que otra persona ha sentido lo mismo que tú.  A la gente le está ayudando mucho a verse reflejada en las pinturas. Cuando estás dentro piensas que no vas a salir, y es bueno que la gente vea que es una parte muy pequeña de una vida y que es un proceso del que se sale. A la que esté en ese proceso, a la que tenga a alguien cerca que le pase, le haya pasado o le esté pasando, que esto le haga ver qué está viviendo la otra persona y que le sea más fácil ayudarla, con eso yo estoy contenta.

El hecho es que cuando te pasa algo tú puedes quedártelo para ti, esconderlo y no hacer nada y callártelo, o puedes sacarlo y ayudar a alguien. No es lo que te pase es: ¿Qué vas a hacer con lo que te pase? Y yo he hecho una exposición.

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¿A qué te dedicas ahora?

Laboralmente todavía no me he reactivado. Ahora estoy colaborando desde hace una semana con La Temporal. Es como un espacio donde se hacen eventos, también hacen  pop-up, se alquilan trocitos de piso y es un sitio ideal, me encanta estar ahí. Así que muy poco a poco. También he aprendido a no tener prisa, porque yo antes era muy de tener presente lo que tenía que hacer porque ya tenía tal o cuál edad. Ahora no tengo prisa por nada.



¿Te has marcado objetivos? Dices que no tienes prisa, pero ¿sabes qué quieres hacer con tu vida a nivel profesional?

A nivel profesional me apetecería emprender y tengo varios proyectos ahí, que todavía están muy verdes como para comentarlos, pero sí, tengo proyectos. Me apetecería ver la vida profesional desde el otro lado, desde el empresario, no desde el trabajador, me apetece usar los recursos que tengo, las cosas que he aprendido y poner todas mi energía en algo que sea para mí.

Estoy tratando de encontrar el punto entre un trabajo que me llene y yo ponga mi cien por cien sin quitarme paz. Creo que a mi todo esto a nivel profesional me ha dado un valor añadido tremendo porque soy una profesional muy rigurosa, tengo esa rigurosidad que se adquiere en Madrid, esa exigencia, pero también veo la parte humana por todo lo que me ha pasado, entonces tengo esa mezcla. Se puede ser muy rigurosa y muy humana, no hace falta ser un tiburón para llegar alto.

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¿Nadie te ha metido presión para que vuelvas a trabajar?

No. Toda mi familia me respeta. Aparte, que yo siempre he sido una persona muy trabajadora, llevo trabajando desde los catorce años en todo lo que he pillado. Siempre me ha gustado tener mi dinerillo, porque siempre me ha gustado ser autosuficiente, tener las riendas de mi vida. Quizás por eso he sorprendido tanto cuando me pasó esto, porque era impensable que a una persona como yo, le pasase eso. Vaya, que no era mi primer trabajo, yo he sido muy trabajadora siempre.

¿Y cómo ha sido la experiencia de ser tan independiente a tener que depender a lo mejor económicamente de los demás? 

Cuesta muchísimo, no solo depender económicamente, es depender de todo. Me costó muchísimo porque yo al principio me sentía como una carga y no me gustaba nada esa sensación. Poco a poco me hicieron ver que no pasaba nada, pero cuesta mucho. Cuando eres independiente y vives en Madrid con tus amigas, te has ido de tu casa y tienes que volver, y necesitas que alguien te cuide… Es aprender humildad pero con una torta en la cara.

De ejercer el Derecho nos olvidamos, ¿no?.

Por el momento sí.



¿Recuerdas el día que te rompiste?

Sí. Yo volvía andando del trabajo y mi cuerpo me dijo que no. Me senté en un banco en la calle Fuencarral de Madrid, enfrente de Oysho, y tenía la sensación de estar anestesiada, de no poder más. Me acuerdo que estaban cerrando la tienda  y las niñas salían y me miraban… ¿Y ésta qué hace ahí?»

Y yo estaba en el banco diciendo: «Es que no llego a mi casa andando», y mi casa estaba solo unos metros más para allá. Me quedé ahí el tiempo que hizo falta y luego ya seguí andando. A la mañana siguiente, tenía un dolor de cabeza muy grande, yo me creía que eran migrañas, estuve vomitando… Es que es súper importante escuchar al cuerpo y no juzgar a las personas cuando no entiendas qué le pasa, porque tú no tienes ni idea de lo que puede ser, de lo que está viviendo.

Hay algo muy importante que he aprendido y es a respetar, y no pensar que le pueden pasar cosas determinadas a personas porque sean menos cultas, o porque se cuiden menos o porque sean más débiles… Yo estaba en la cama y decía «voy a levantarme” y el cuerpo no me respondía. Esto mismo si tú me lo estuvieras contando antes de lo que he pasado yo no lo entendería, si a mí no me pasa esto yo no te entendería.

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¿Te medicaron?

Sí, y me costó mucho también aceptar eso. Pero en una depresión te falta una sustancia, que dejas de generarla, entonces necesitas medicación para volver a generarla. O sea te la tiene que recetar el psiquiatra aparte del médico de cabecera. Yo he tenido a mi psiquiatra que era un amor, he tenido psicólogas y una terapeuta. Incluso he ido a una quiropráctica que me ha ayudado mucho, porque lo que hace es que te alinea la columna de manera que toda la información llega mucho mejor desde el cuerpo al cerebro. Ha sido recomponer a una persona.

Vi un vídeo de María Belón que es la protagonista de »Lo Imposible», pero no la actriz, la que vivió realmente el tsunami. Ella contaba que había tenido una depresión muchos años después de aquello. Dice una frase en el documental con la que yo me sentí muy identificada: «No es que no quieras vivir, es que no puedes»... Entonces que una persona tan fuerte te esté transmitiendo eso, a mí me cambió el paradigma y me hizo valorarme un poco porque yo me sentía muy culpable de que me hubiese pasado.

¿Culpable?

Si por que yo pensaba que debería haber sido mas fuerte y que no me tendría que haber pasado. Y ahora me da cosa cuando lo recuerdo porque es verdad que no tenía que sentirme culpable para nada, pero yo me sentía muy culpable, me daba como vergüenza que los demás se enterasen porque pensaba que había sido culpa mía. La gente tiene que entender que cuando te pasa una cosa así te pasa y punto.

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¿Le tienes cierta manía a aquella etapa de Madrid?

No, para nada. Le he tenido respeto durante mucho tiempo, manía no. He hecho muy buenos amigos, me llevo muy buenas personas, he disfrutado con mis amigas un montón y creo que es una época muy necesaria. Si no eres de ciudades tipo Madrid yo creo que un tiempo hay que vivirlas, pero también he aprendido a valorar Málaga muchísimo, y el vivir con cierta tranquilidad también.



¿Fuiste tú más exigente contigo misma en Madrid o lo fueron? Yo muchas veces creo que nosotras somos peores y nos exigimos más que incluso los que tenemos por encima.

Yo fui muy, muy, muy exigente conmigo misma y conmigo lo fueron. Fue la mezcla, una bomba, porque yo no me permitía un fallo, y si fallas no pasa nada. Todo el mundo falla.

Soledad, cuando te miras ahora en el espejo e intentas pensar en aquella Soledad de antes de todo el proceso este… ¿Qué ves en la Soledad de ahora que antes no había?, ¿o echas algo de menos de aquella Soledad?

No, no echo de menos porque lo he recuperado. Yo perdí la inocencia y un montón de cosas y sigo siendo una persona muy inocente pero con cierta sabiduría que he adquirido gracias a este proceso. Vuelvo a ver la alegría porque yo perdí la sonrisa y no me reconocía en las fotos, siempre salía seria, nunca me había pasado. Entonces, veo la niña que yo era antes junto con una adulta más sabia pero muy tranquila. Veo un importante pozo de experiencia. Gracias a este proceso he visto, por ejemplo, que hay gente que te puede hacer daño y no es tan buena como yo pesaba, ahora lo veo de otra forma. Hay gente buena y gente que no es tan buena.

¿Hay gente que te hizo daño mientras estabas tan mal?

No, pero quizá en el mundo laboral en el que yo estaba sí que vi cosas que yo no estaba acostumbrada, entonces me di cuenta que muchas veces hay que poner límites, que no porque tú seas buena la gente te va a tratar como tú eres, no eres menos buena por poner límites. Hay que ponerlos. No todo el mundo te va a tratar como tú quieres que te traten. Hay que aprender eso. Ahora sigo siendo esa niña, pero también esa adulta con experiencia y con una sabiduría que te lleva a donde tú quieres y que no te va a llevar nunca más, mientras lo pueda evitar, a sitios donde no quieres estar, a mundos de desconexión donde no quieres estar. Veo una Sole muy fuerte, una Sole con muchísimas ganas de hacer muchas cosas, con muchos proyectos en la cabeza, con muchas ganas de ayudar a todo el que quiera y sobre todo a las mujeres porque me encantan las mujeres y pienso que podemos hacernos mucho bien entre nosotras. Lo que me ha pasado es como parar, recargar el móvil y en ese momento está apagado porque se está quedando sin batería pero el móvil está perfectamente, lo único que falta es cargarlo y y está al cien por cien. Ahora tengo la frescura de haber estado durmiendo mucho.

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Hablas de toda esta etapa como una desconexión, ¿No crees que la verdadera desconexión fue antes?

Seguramente, y esto ha sido limpiar. La depresión me sacó de una vida que posiblemente yo no quería y esto ha sido una sanación, un proceso de limpieza, recargar y empezar de nuevo, entonces sí, seguramente sí, la desconexión fue antes.

¿Has aprendido a identificar las manifestaciones emocionales en el cuerpo?

Totalmente. He aprendido a parar, hay que hacerle caso hasta al mínimo dolor de cabeza, porque hay que parar, hay que controlarse. Tú no puedes estar infeliz durante más de dos semanas, párate. Yo no te digo que tengas semanas estresantes o que haya semanas que estés más agobiada pero hay que estar atenta, si tu cuerpo te está diciendo «para un poco», para un poco.

No hace falta ser una superwoman. Mi idea de superwoman ha cambiado completamente, pero de una manera brutal. Superwoman es tener equilibrio, es la madre – yo no tengo hijos- que es capaz de llevar su casa, tener un trabajo… O la que solo lleva la casa, ésa es una superwoman, la persona que vive en equilibrio con todo lo que tiene y no la que se convierte en un hombre con una falda. Esa para mí no lo es, eso no es ni empowerwoman, ni empoderamiento de la mujer ni nada, eso es un hombre con falda. Nosotras, tal y como somos, con el cariño, con la emoción, con la empatía, con esa mano que tenemos las mujeres, tenemos que conseguir hacer ver a los demás que hay que compatibilizar todas las áreas de la vida. Es que por culpa de no ver que eso es tan necesario pasan este tipo de cosas. Nos tenemos que ayudar y tenemos que hacer ver a los demás que la vida no es solo trabajo ni solo ocio, por supuesto, pero que hay que tener un equilibrio, con eso hay que empezar ya.

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Hasta el 5 de mayo se puede visitar la exposición «Victoria Peñalver. Un alto en el camino» en La Caja Blanca. Soledad estará encantada de presentaros personalmente a Victoria Peñalver a través de una visita guiada. Dibujos hechos aparentemente de trazos y colores, garabatos que se entremezclan, personajes que resultan en cierto modo infantiles y que encierran tras de sí emociones del corazón. Una terapia también para quien los ve, quien los observa, para quien quiera aprender aquellas enseñanzas que Soledad adquirió a través del dolor. A veces hay que parar y hacer un alto en el camino, antes de que el camino lo decida por ti. 

Fotografía: Lorenzo Carnero

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Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.

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