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El MIMMA acoge una muestra temporal sobre los silbatos aztecas de la muerte

El MIMMA acoge una muestra temporal sobre los silbatos aztecas de la muerte

El Museo Interactivo de la Música Málaga (MIMMA) acoge una muestra temporal sobre los silbatos aztecas de la muerte, unos instrumentos de la cultura Mesoamericana precolombina usados en sacrificios y batallas y olvidados durante casi 500 años. Se trata de la primera exposición exposición temporal incluida en su nuevo programa ExpoLab de muestras de pequeño formato.

Son muchos los misterios que aún rodean al Imperio Azteca, el mayor poder durante siglos en la zona central de Mesoamérica. Uno de ellos se resuelve en el MIMMA con la exposición ‘Silbatos aztecas de la muerte’, que se podrá visitar hasta el 12 de abril de 2020.  

 

La muestra recoge un conjunto de estos desconocidos instrumentos aztecas, usados en sacrificios y batallas, junto con un panel de audio y una sala de inmersión audiovisual. Los llamados silbatos de la muerte aztecas han estado en silencio durante casi 500 años, hasta su reaparición a mediados del siglo XX. Pero fue en 1999, con el hallazgo de los restos de un hombre joven sacrificado en el yacimiento arqueológico de Tlatelolco, en Ciudad de México, cuando comenzó el resurgir de la leyenda de los silbatos de la muerte aztecas. 

 

En ‘Silbatos aztecas de la muerte’, el visitante va a descubrir en el MIMMA reproducciones originales de estos curiosos instrumentos de cerámica dotados de una belleza grotesca y un ingenioso mecanismo acústico. Porque además de su claro uso en rituales de la muerte, también es probable que tuvieran un uso bélico. El diseño de la boquilla, que carece de utilidad sonora, permite utilizarlos mientras se empuña un arma o se golpea un tambor. En el panel de audio, se pueden escuchar todos los sonidos de las piezas, tanto en solitario como combinados. 

No importa si tienen forma de cabeza de mono, de hombre o de monstruo, todos los silbatos de la muerte aztecas comparten una forma de paralelepípedo, con una ranura en uno de los cantos y perforaciones en ambas caras que forman algo conocido como «cámara de caos», una especie de resorte de aire que brindaba máxima potencia al sonido.

Fotografías: Lorenzo Carnero

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