Hoy, mucho más que ayer, son muchos los corazones desconsolados que con un consuelo herido tratan de encontrar un gran amor para su vida. Y quizás por nuestra propia naturaleza humana necesitemos de vínculos y apegos con quienes compartir espacios de vida; pero sobre todo precisamos acariciarnos con sentido en el relato de la propia biografía. Porque si no hay en la cotidianidad un lugar para el amor, ¿para qué todo lo demás?
Así, resulta curioso observar como en algo tan esencial para nuestra existencia lo dejemos atravesar por la circunstancialidad. Nos afanamos por encontrar un gran amor, pero no por ser un gran amor. Y así nos va, buscando fuera de nosotros lo que sólo puede surgir de nuestros adentros.
«Nos afanamos por encontrar un gran amor, pero no por ser un gran amor»
Y máxime cuando nos han construido las historias de amor, cuando nos dejamos influenciar por ese modelo de amor romántico que nos ha hecho sustituir el amor por el enamoramiento. Nos hemos creído que el ‘amor’ es esa pasión desenfrenada, esas ganas constantes de sexo, la enajenación mental transitoria que impide despegarte del ser querido… y cuando el grado de pasión baja, esa persona ya es desechable para la historia de amor. Así que se nos pasa la vida buscando esas sensaciones del enamoramiento, lo que nos genera muchas frustraciones porque, después de varios fracasos, nos empezamos a preguntar qué estamos haciendo mal y por qué no somos capaces de encontrar a “la persona adecuada” o con un poquito más de interiorización procurar ser la persona adecuada.
«Nos hemos creído que el ‘amor’ es esa pasión desenfrenada»
Tantas historias de amor que se han roto apelando al mantra por excelencia del siglo XXI: “es que ya no siento lo mismo”. Y al decirlo, dar media vuelta, cerrar la relación de un portazo e irse a buscar a otra persona que despierte ese tipo de emociones otra vez. Instalados en bucle en ese amor sensacional (sensaciones de amor).
Pero bienvenidas las sensaciones para sentirnos más vivos que muertos. No se trata de reprimirlas, ni condenarlas, pues somos sensación también. El problema es que estamos construyendo un amor según unos criterios erróneos. Dejar la elección de la pareja única y exclusivamente a las emociones suele dar resultados inútiles y dolorosos. Es imprescindible utilizar la razón e intentar darse cuenta de si la persona que tenemos delante es compatible con nosotros en cierta medida y a partir de ahí comenzar a trabajar para hacer que esa compatibilidad sea cada vez mayor. Algo que se consigue cuestionándose a uno mismo, trabajando cada día para conocerse y aprendiendo a ser un gran amor para la otra persona; construyendo una relación fuerte y enriquecedora para todos.
Pero aquí andamos, nos complicamos la vida tantas veces que resulta absurdo no invertir más en nuestro crecimiento y desarrollo personal para hacer algo tan sencillo como amar al otro. En vez de dejar que fluyan las actitudes del amor, lo convertimos en algo complicado repleto de discusiones, enfados, envidias, celos y toxicidad interpersonal. De manera consciente nos instalamos en la rigidez mental (cabezonería) que tanto nos distancia de los pilares básicos de las actitudes del amor: el respeto y la empatía.
» El problema es que estamos construyendo un amor según unos criterios erróneos»
Siguiendo dichos pilares podemos formularnos una serie de puntos que nos ayudaran a poder insertar en nuestra biografía una verdadera historia de amor tras el enamoramiento que sea el motivo apasionante de todo lo demás:
1.| No pretender ni querer cambiar a la pareja. Querer a alguien es potenciarlo con todo lo bueno y lo no tan bueno. Y eso es la clave de una relación, el respeto mutuo que bloquee tanto la insana complacencia como la errada anulación en el otro o del otro.
2.| Cuidar y procurar la presencia de la comunicación íntima, ese diálogo de lo que habita en los adentros del otro y que creamos espacios para ser expresados. Para ello es importante tener tiempo de calidad comunicativa cada día que rompa el silencio de las redes sociales e internet.
3.|Expresar el amor y afecto sin dilaciones; quizás para mañana sea ya demasiado tarde. Alimentando la vida en pareja con detalles, palabras, lenguaje, gestos y caricias de amor que envuelva cada instante de la vida.
4.| Convivir implica compartir, y lo que no se comparte se pierde. Por eso es necesario que la pareja construya su propio hogar como refugio para los días grises y apoyo en la rutina de las obligaciones.
5.| Procurar el bien para el otro, no solo desearlo sino hacerlo real y tangible. Que el primer pensamiento al levantarse sea el preguntarnos ¿qué puedo hacer por el otro en este día?
«¿Qué puedo hacer por el otro en este día?»
Siguiendo estas directrices, obtendremos un camino de crecimiento personal y desarrollo desde todo lo que nos pervierte el ego hacia todo lo que se instala en la actitud del amor.
Al final nos damos cuenta que el ansiado amor duradero tiene poco de improvisación. Por supuesto que habrá un impulso inicial que nos empuje hacia unas personas y no hacia otras, pero a partir de ahí debemos intentar evitar que nuestras hormonas nos emparejen con una persona que no nos conviene o pensar que cuando las hormonas ya no están, tenemos que ir a buscar a la siguiente.
«El ansiado amor duradero tiene poco de improvisación»
De manera que el enamoramiento está bien, pero afortunadamente tiene una duración determinada y después de unos meses o, como máximo dos años según los expertos, nuestras hormonas vuelven a su cauce. Después de un periodo en el que la relación se ha estrechado mucho, la emoción se convierte en algo más estable y permiten a ambas personas centrarse en no buscar un gran amor sino en ser un gran amor.
Nuestra tarea pues no será buscar el amor, sino buscar y encontrar las barreras dentro de nosotros mismos que hemos construido contra él.
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