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¿Por qué es tan importante «re-crear» el tiempo y liberar la presión del trabajo?

¿Por qué es tan importante «re-crear» el tiempo y liberar la presión del trabajo?

recrear el tiempo juande serrano

Tempus fugit (el tiempo huye, el tiempo se escapa, el tiempo vuela) es una locución latina que hace referencia explícita al veloz transcurso del tiempo. Habitualmente, podemos encontrar la expresión inscrita en relojes de sol, de péndulo o de cualquier otro tipo, invitando a la reflexión sobre la fugacidad del tiempo que mide el instrumento.

En cualquier caso, la interpretación de esta locución latina se asocia a una filosofía de carácter vitalista, que recomienda vivir la vida como un conjunto de momentos presentes, planificados en corto plazo, en lugar de como una consecución de metas lejanas. También la podemos asociar a otras expresiones latinas que desprenden la misma esencia: carpe diem (aprovecha el momento), del poeta latino Horacio: Si tempus fugit, carpe diem; es decir, si el tiempo vuela, aprovechemos la ocasión y el momento.

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Pero resulta que en el siglo XXI, el tiempo laboral se ha totalizado hoy convirtiéndose en el tiempo absoluto. Si resulta que nuestro tiempo vital o la duración de nuestra vida coincide por completo con el tiempo laboral, como en parte está sucediendo ya hoy, entonces la propia vida se vuelve radicalmente fugaz. Y nos encontramos con una vida para trabajar en vez de un trabajo para vivir.

Bajo la presión de tener que trabajar hoy nos hemos olvidado de cómo se juega. El ocio sólo sirve para descansar del trabajo. Para muchos el tiempo libre no es más que un tiempo vacío, un horror vacui. Tratamos de matar el tiempo a base de entretenimientos cutres que aún nos entontecen más. El estrés, que cada vez es mayor, ni siquiera hace posible un descanso reparador. Por eso sucede que mucha gente se pone enferma justamente durante su tiempo libre. Esta enfermedad se llama leisure sickness, enfermedad del ocio. El ocio se ha convertido en un insufrible no hacer nada, en una insoportable forma vacía del trabajo. Incluso el juego ha sido absorbido hoy por el trabajo y el rendimiento. El trabajo se ludifica. Es decir, las ganas que todos tenemos de jugar se ponen al servicio del trabajo, que las explota y saca partido de ellas. Suponiendo que aún quede un entretenimiento al margen del trabajo, se ha degradado a una mera desconexión mental, que es cualquier cosa menos buen entretenimiento.

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Lo contrario de la sociedad del juego es nuestra sociedad del rendimiento, nuestra sociedad del cansancio, en la que cada uno se explota voluntariamente a sí mismo creyendo que así se está autorrealizando. Nos matamos a base de autorrealizarnos. Nos matamos a base de optimizarnos. Pero el ser humano no es un homo laborans, sino un homo ludens. El hombre ha nacido para jugar, no para trabajar. Son los contornos de la sociedad digital donde la explotación ha devenido en autoexplotación creando una sociedad de cansancio y el entretenimiento ha sido absorbido por la imperiosa necesidad de producir.

Por eso, lo que cuenta es devolver no tanto el sentido, que también, como «la re-creación» del tiempo. Ya que la actual crisis del tiempo no radica en la aceleración, que podría solucionarse con estrategias de desaceleración, sino en la «discronía» del tiempo. El tiempo carece de un ritmo que ponga orden, carece de una narración que cree sentido. El tiempo se desintegra en una mera sucesión de presentes puntuales. Ya no es narrativo, sino meramente aditivo. El tiempo se atomiza. En un tiempo atomizado tampoco es posible una experiencia de la duración. Hoy cada vez hay menos cosas que duren y que con su duración den sentido y estabilidad a la vida (trabajo, pareja, hogar, etc.).

«Necesitamos divertirnos para recuperarnos del desgaste emocional y psicológico cotidiano y aumentar nuestra salud y bienestar general»

El tiempo ha perdido hoy su re-creación. A la civilización actual le falta sobre todo vida contemplativa. Por eso desarrolla una hiperactividad, que le quita a la vida la capacidad de demorarse y recrearse. Ya no es posible experimentar un tiempo pleno. A causa de esta falta de tranquilidad, nuestra civilización se está tornando muy aburrida. Y el tedio, paradójicamente, se combate con contemplación de la propia vida creando espacios de recreación para la conexión con los mundos que nos circundan.

El tiempo que tengamos es para divertirse. Divertirse es re-crearse. Según el diccionario, diversión es una actividad que produce placer y distrae de las preocupaciones y el aburrimiento. Sin embargo, no todo lo que nos ayuda a no pensar en nuestros problemas es divertido, porque no todo nos produce alegría. Trabajar como locos, por ejemplo, nos puede ayudar a no pensar en los problemas, pero no nos divierte, ni nos ayuda a resolverlos. Si los tomáramos con un juego en donde aprendiéramos a perder nos daríamos cuenta como empezamos a ganar sobre su influencia en nuestras vidas.

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Además, así como nuestro cuerpo necesita dormir y descansar para recuperarse y funcionar adecuadamente, necesitamos divertirnos para recuperarnos del desgaste emocional y psicológico cotidiano y aumentar nuestra salud y bienestar general. Además, está comprobado científicamente, que la risa, producto de la diversión, mejora la respiración y circulación, fortalece nuestro sistema inmunológico, libera endorfinas que disminuyen o eliminan el dolor y producen una sensación de bienestar general, reduce la tensión y ansiedad, mejora nuestras relaciones, nos permite desarrollar una actitud positiva ante la vida, nos da mayor claridad para buscar las soluciones adecuadas a nuestros problemas, favorece nuestra autoestima, etc.

Realmente todo debería ser un juego. Bueno, realmente todo es un juego. Y lo es porque para ser felices necesitamos jugar. Ya que el juego es fundamental para el aprendizaje y la empatía como podemos observar en la infancia. Si somos capaces de recuperarlo, encontraremos el camino del desarrollo personal y el bienestar emocional. No recrearemos en la quietud de la propia vida.

«Generar un ambiente de trabajo divertido y entretenido ayuda a conseguir una plantilla motivada, inspirada y capaz de generar ideas innovadoras y creativas»

Hasta hace muy poco, un adulto con tendencia a tomarse las cosas como cuando nos divertíamos de niños estaba mal visto, siendo acusado de irresponsable e inmaduro. Las cosas han cambiado. Los estudios científicos avalan las propiedades de las actividades lúdicas y su repercusión positiva en el desarrollo personal, tanto a nivel emocional como creativo. Incluso se ha acuñado el término “déficit de juego” para aquellas personas que debido a las rutinas, las responsabilidades y el ambiente laboral sufren por no poder jugar sin otra finalidad que la diversión. Esta actitud es la manera más eficaz de combatir el estrés, de entrar en armonía con nosotros mismos y de liberarnos de las tensiones, dejando lugar a la recreación. Y es que hacerlo es re-crearse, es decir, evolucionar y recargarse de energía.

 

Pero no solo se han detectado estos efectos positivos en las personas, también se han estudiado los beneficios en las empresas que lo incluyen como parte de sus políticas. Hoy día, las empresas modernas y adaptadas a la competitividad del mercado saben de la importancia de generar un ambiente de trabajo que no esté reñido con la diversión y el entretenimiento. Conseguirlo es poder contar con una plantilla motivada, inspirada y capaz de generar ideas que aporten la innovación y la creatividad.

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Todos sabemos jugar porque todos hemos crecido haciéndolo. El secreto está en recordar de qué manera lo hacíamos; dejarse y abandonarse a una actividad que no tenga otra finalidad que la actividad misma. Hagamos la prueba. Levantemos por un momento la mirada de este artículo y busquemos a nuestro alrededor un objeto que empieza, por ejemplo, por la letra P. Sin más. Solo eso.

Aquellos que se hayan sumado al pequeño juego verán que no les ha llevado más de medio minuto encontrar la solución, y sin embargo, en ese breve espacio de tiempo han pasado cosas maravillosas: Hemos superado la vergüenza que nos produce jugar a algo tan infantil, rompiendo la barrera que nos separa del niño que llevamos dentro y del que aún tenemos muchas cosas que aprender. Incluso hemos empezado a hacerlo con media sonrisa de satisfacción en los labios.

«Deberíamos liberar la vida de la presión del trabajo y de la necesidad de rendimiento»

Nos hemos conectado con el entorno de una manera nueva y creativa. Incluso puede que nos hayamos fijado en objetos que de otra manera hubieran pasado inadvertidos. Hemos enfocado nuestra atención para descubrir qué hay a nuestro alrededor que empiece con la P. Hemos usado el pensamiento lógico tratando simplemente de nombrar las cosas que nos rodean. Si el pensamiento lógico no ha dado resultado, habremos pasado al pensamiento lateral. Es decir, tal vez hemos visto un balón de fútbol y lo hemos descartado, pero tal vez luego nos hemos dado cuenta de que al balón también se le llama pelota. Todas estas cosas han sucedido en menos de medio minuto con un entretenimiento de lo más simple. Por un instante, hemos jugado, nos hemos re-creado. Imaginemos si llevamos esta actitud a todos los ámbitos de nuestra vida…

Realmente deberíamos inventar una nueva forma de tiempo. Un tiempo de ociosidad, que haga posible recrearse y permita una experiencia de la duración. Un tiempo en el que la vida se refiere a sí misma, en lugar de someterse a un objetivo externo. Deberíamos liberar la vida de la presión del trabajo y de la necesidad de rendimiento. De lo contrario, la vida no merece la pena vivirla.

img_4144 Juande Serrano

Psicoterapeuta Transpersonal en Experto en Parejas y duelo

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