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La tristeza, la emoción que crea vínculos

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La tristeza, la emoción que crea vínculos

La tristeza, “prima hermana” de la soledad, es una emoción que aparece al entrar en contacto con una pérdida, ya sea de un puesto de trabajo, de un ser querido, o de un hijo que se marcha de casa, por ejemplo.

Se manifiesta a través de distintas intensidades de dolor. Y el dolor de la vida no se puede evitar. Si lo rechazas o si lo bloqueas, volverá una y otra vez a tu vida para ser visto y aceptado.

 

En nuestra infancia, ante nuestra tristeza, hemos escuchado frases como:

  • No llores, si es una tontería…
  • Si tampoco es para tanto…
  • Venga, llama a una amiga y sal un rato.

Y de esta manera, el niño se siente solo, porque no había ningún adulto que lo acompañara a acoger su emoción y tratar de saber a qué sabe.  Y de adultos continuamos haciendo lo mismo, evitar nuestra tristeza.

Algunas de las creencias que hay detrás de este comportamiento son:

  • La tristeza es mala, te debilita y te enferma.
  • Entrar en contacto con el llanto, la vulnerabilidad y la tristeza, es ser débil.
  • Ser positivo es estar bien.
  • Una gran pérdida requiere que estemos tristes mucho tiempo (de hecho, el luto en algunos lugares aún es una manera de honrar al fallecido).

 

La historia es que, ya sea por hábitos desde la infancia, por creencias, o por aparentar, pasamos por la vida y al entrar en contacto con el dolor tratamos de no permanecer ahí mucho tiempo.

Por ejemplo, fallece alguien y, antes de sentir el dolor inmenso y el vacío que la persona deja, nos apegamos a los momentos de felicidad que vivimos en el pasado, sin actualizar la relación con esa persona ahora, que ya no está.

¿Cómo atravesar la vida y el dolor que a veces nos trae? ¿Cómo atravesar ese dolor sin quedarte apegado a lo que fue? Pues viviendo y atravesando un periodo de duelo:

  1. Ver lo que no he tenido y aceptarlo.
  2. Ver lo que sí tengo, valorarlo y aceptarlo.

Y claro que es doloroso, mucho. Y lleva tiempo, no se hace de la noche a la mañana.

A día de hoy, no tenemos herramientas para sostener esta brutal  experiencia y los pasos habituales que utilizamos son:

  • Traigo un recuerdo, lo veo sonreír, sé que está conmigo, ya no me siento triste. Y recurrimos a la “memoria del Padre” para sostenernos.

 

Y sólo tomando conciencia de que ya no está como antes y entrando en contacto con la tristeza, empieza el duelo.

Y podemos sostener como adultos esta experiencia de la vida, y como adultos acompañar a los más pequeños a que abracen y acojan los pequeños dolores de la vida, porque la vida pasa por encima de uno sin avisar cuando un dolor enorme está por llegar.

Y es ese enseñar a abrigar las emociones y dolores a los más pequeños, ese abrigo amoroso hacia ti mismo en los momentos de vulnerabilidad,  lo que te hace travesar la vida como un ser humano, ya que en ti habitan todas las condiciones humanas, y la tristeza es una de ella.

Y así, vas amando las pequeñas “muertes” que se producen cada día, los cambios que se producen por minutos. Y lo que de repente era importante, ahora ya no lo es, por ejemplo, el duelo durante el matrimonio por atravesar las distintas etapas de la vida.

Y en ese abrigarte a ti mismo y a los demás, se van creando vínculos fuertes entre los seres humanos.  ¿Puedes recordar qué es lo que te une a esa persona especial en tu vida? Estoy segura que además de reconocer momentos felices, cobra una especial importancia un momento de dolor que compartisteis.

¿Cuándo ha sido la última vez que sentiste tristeza? ¿Qué hiciste? Prueba a acogerla, abrazarla y respirarla unos minutos, tú y ella, a solas, sin juicio.

¡Ya me contarás!

 

Belén Ceballos

Coach Educativa 

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