Naces. Creces. Tienes pareja. Te dice: nunca cambies. Te dice: tienes que cambiar. Te dice: has cambiado. Os dejáis. Termináis. Mueres.
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Las exigencias hacia el matrimonio o la relación estable han cambiado significativamente en los últimos años. Mientras que hace unos años exigíamos de una relación estable que nos proporcionara seguridad y solidez, ahora parece ser que orientamos más las expectativas hacia la autorrealización y el crecimiento personal.
Por desgracia, ante estas nuevas demandas, las parejas no están invirtiendo el tiempo y el esfuerzo necesario para lograr que este crecimiento sea valorado como suficiente. En general, si queremos que la relación ayude a alcanzar la autorrealización y el crecimiento personal, es crucial invertir suficiente tiempo y energía. Ardua tarea en una sociedad que tiene más tiempo para jugar al pádel que para hacer el amor. Por eso, si sabes que no podrás invertir el tiempo y la energía necesaria, entonces tiene sentido que ajustes tus expectativas para reducir al mínimo la decepción.
«Ardua tarea en una sociedad que tiene más tiempo para jugar al pádel que para hacer el amor»
No obstante, todos nos sostenemos en creer poder encontrar a esa media naranja con la que exprimir juntos toda una vida; pero lo cierto es que acabamos emparejándonos con una persona a la que deja de gustarle el zumo, es decir, que no encaja para nada con nuestras expectativas. Y esta generalidad se queda corta cuando Cupido «clava” con inquina y alevosía sus flechas.
Y es que aunque multitud de estudios científicos postulen que la atracción física y la selección de compañero tienen una base biológica, nuestras ansias de romanticismo (y un oscuro placer autodestructivo) son más fuertes que las teorías evolutivas. Hay cierta lógica en la irracionalidad del amor; en realidad dejamos que las emociones gobiernen nuestras vidas porque es mucho más difícil romper un compromiso de esta forma que si hubiéramos elegido a una pareja siguiendo unos criterios ‘lógicos’. Pero hoy en día las rupturas, por mucho que duelan, acaben produciéndose.
«Hay cierta lógica en la irracionalidad del amor»
«Besos que vienen riendo, luego llorando se van, y en ellos se va la vida, que nunca más volverá». Así hablaba Miguel de Unamuno del desamor. Pero aunque a veces parezca que ahogue o apriete demasiado, dicen que de amor ya no se muere. Que todos, y hasta en las peores condiciones posibles, podemos superar una ruptura sentimental, sólo hay que aceptarlo, y decidir empezar de nuevo.
El dolor no es proporcional a los años de relación, sino que tiene ver con otros factores como el grado de enamoramiento, complicidad y adoración hacia la otra persona, y con los recursos y experiencias que uno tenga. Es decir, si alguien ya ha pasado por una situación similar, sabe que la vida sigue: tengo familia, tengo amigos y recursos suficientes para poder superarlo.
«Si alguien ya ha pasado por una situación similar, sabe que la vida sigue»
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Generalmente, una ruptura sentimental acarrea cierto grado de duelo. Después de todo, las personas no se juntan con la intención de separarse. Sin embargo, muchas parejas hoy en día no sobreviven y el dolor derivado de la separación puede ser abrumador. Al igual que cualquier otro tipo de pérdida, el fin de una pareja puede dar origen a diversas reacciones. Intenta tener piedad contigo mismo, busca ayuda en tus seres queridos y permítete sentir todas las emociones.
«Las fases de una ruptura, con sus matices y distancias, son similares a las de un duelo»
Las fases de una ruptura, con sus matices y distancias, son similares a las de un duelo. En ocasiones, es incluso más complejo pues cuando alguien muere, el capítulo se cierra, mientras que en la ruptura sentimental sabes que la persona existe, pero que ya no estáis juntos.
El duelo es un proceso de ajuste emocional después de una pérdida, durante el cual diversas emociones compiten entre sí. El proceso incluye etapas diferentes que pueden explicarse separadamente pero que no se presentan de un modo ordenado. Pueden solaparse y mezclarse entre sí, pero lo que sí hay que saber es que para completar el proceso de superación hay que experimentarlas todas. Puede haber días mejores o peores, y, a veces, lo que se creía superado se vuelve a sentir. Por otra parte, algunas emociones prevalecen sobre otras: por ejemplo, sentir rabia durante demasiado tiempo puede indicar que se está luchando contra la tristeza y al revés, sentirse encallado en la tristeza y la depresión podría indicar el no haber podido reconocer y superar la rabia.
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Las etapas se podrían clasificar de esta forma:
1 | Impacto. Es la primera reacción; una sensación de paralización, desorientación e incredulidad. La vida se estanca y la atención se concentra en la pérdida sentimental. Se bloquean las emociones y es difícil concentrarse en las tareas diarias. Cuesta conciliar el sueño y se pierde el apetito. La etapa puede durar un día o un mes, pero no mucho más. Puede venir acompañada de síntomas físicos de ansiedad como vértigo, crisis de pánico, hiperventilación o cansancio extremo.
2 | Negación. Cuando la pareja llega a su fin, la pérdida puede ser muy sorpresiva y difícil de digerir. Incluso si es tu decisión, puedes tener problemas para creer y aceptar que la relación ha finalizado. La negación es un tipo de mecanismo de defensa que suaviza el shock inmediato y nos protege del dolor de la pérdida. Al bloquear las circunstancias, no tienes que pensar acerca de las emociones difíciles que atravesarás. Este mecanismo, que conlleva la incapacidad de aceptar que la relación ha terminado, también sucede cuando se vive la muerte de un ser querido. Hay personas que se estancan en esta etapa durante años, con la esperanza de que vuelva la persona que se fue.
«Es importante permitirse vivir la experiencia de la tristeza sin acudir a atajos como la actividad frenética, drogas y alcohol o promiscuidad sexual»
3 | Pena y depresión. Esta emoción puede afectar tanto al que abandona como al abandonado. Suele describirse como un sentimiento de vacío, como si faltara una parte de uno mismo. Es el sentimiento que impulsa a muchas personas a correr hacia otra relación, lo cual no es algo muy saludable para la curación, aunque sí comprensible. Es importante permitirse vivir la experiencia de la tristeza sin acudir a atajos como la actividad frenética, drogas y alcohol o promiscuidad sexual. En estas circunstancias es aconsejable hablar con un psicólogo o con amigos sobre lo que se está sintiendo. La pena proviene no solo de la pérdida de la persona, sino del tiempo que se compartió y del fracaso del proyecto de pareja. La pena puede conducir a la depresión y es entonces cuando la persona se puede quedar estancada, a veces durante años. Muchas decisiones y ajustes incómodos tienen lugar luego de la separación, lo que puede llevar a una tristeza profunda. Por ejemplo, es posible que debas determinar quién recibe los diversos bienes, quién tendrá la custodia de los niños o quién deberá mudarse del hogar. Puedes perder amigos en común y puedes no querer asistir a determinados eventos. La depresión suele estar acompañada de vergüenza, y muchas personas atraviesan un período de aislamiento durante esta etapa. Si no se puede seguir adelante y superar la etapa, habría que buscar ayuda profesional.
4 | Culpa. Esta emoción es sentida por aquél que termina la relación, pero también por el abandonado. En este último caso posiblemente debido a la idea de fracaso. Al pensar sobre qué fue lo que falló, el que se culpabiliza suele razonar sobre lo que podría haber sido hecho de otra forma. Si algo tiene de positiva la culpa, es que ayuda a hacer cambios en el futuro. La parte negativa y no saludable es la que lleva a culparse a uno mismo de un modo poco ecuánime e injusto. Las personas que lo hacen son aquellas que son incapaces de sentir rabia hacia la expareja y dirigen la rabia hacia sí mismos. Creen que todo ha sido culpa suya. Habría que recordar que el remordimiento genuino debe venir seguido del perdón hacia sí mismo. Si no se consigue superar la culpa, no es posible finalizar el duelo por la ruptura.
«El remordimiento genuino debe venir seguido del perdón hacia sí mismo»
5 | Rabia. La presencia de la rabia es algo completamente normal durante la pérdida. Es una fuerte emoción que nace de sentirse herido, aunque no haya nadie a quién culpar. El momento en que se experimenta la rabia depende de cada persona en particular. Algunos la sienten muy al principio y otros son más lentos hasta llegar a sentirla. Al ser una energía potente, la rabia puede hacer sentir irritabilidad y nerviosismo, pero el lado positivo es que ayuda a sobrellevar los malos momentos y motiva para reconstruir la vida. No habría que sentirse culpable por sentir rabia en esta etapa, ya que esto indica que se está superando la pena. También puede revelarse una rabia destructiva y no terapéutica en forma de venganza o de la utilización de los hijos en contra de la otra persona.
Puedes tener resentimiento contra tu pareja debido a cosas que hizo o dijo, o puedes estar enojado contigo mismo por tus propias acciones que contribuyeron al fin de la pareja. Las personas se suelen concentrar en las cosas que odian de sus parejas, sus propios arrepentimientos o las cosas por las cuales se sienten culpables. Otras veces la rabia se materializa en una siguiente relación, llevando a que la persona se desquite inconscientemente con la nueva pareja con insultos, desconsideración o indiferencia. De esta forma está proyectando en otro lo que siente que le han hecho. El enojo mal dirigido es muy frecuente, y puedes notar que tienes menos paciencia y te enojas con mayor facilidad en situaciones de la vida diaria. También hay personas que permanecen rabiosas durante años, lo cual indica que siguen ligados emocionalmente a sus exparejas de un modo destructivo. Es importante saber discernir con la ayuda de un psicoterapeuta si la rabia es saludable o es destructiva.
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6 | Resignación. Esta es la transición más difícil del proceso. No solo hay que aceptar que la relación se ha terminado; también hay que liberarse de ella por completo, recuperando la energía que se invirtió en la relación. Aunque parezca que lo peor ya ha pasado, también es posible quedarse atrapado en esta etapa: cuando el agotamiento nervioso deja a la persona sin motivación para seguir adelante. Es necesaria la aceptación de la separación como parte de tu vida. Aceptas la ayuda y apoyo de otros y comienzas, lentamente, a alejarte de las emociones negativas. El dolor puede no haberse ido para siempre, pero eres capaz de retomar tus actividades cotidianas sin una tristeza abrumadora.
7 | Reconstrucción. En este punto hay más días alegres que tristes y se empieza a reconstruir activamente la vida. La persona vuelve a centrar la atención en sí mismo y a sus propias necesidades y se vuelve a desear conocer a otra persona. Esta etapa es como aprender a caminar otra vez después de haberse roto una pierna. La persona se siente mejor, pero necesita construir su fortaleza desarrollando el amor propio y la seguridad en sí misma.
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La clave de todo el proceso está, sobre todo, en aceptar la situación, en reconocer que la historia ha terminado y saber poner el punto final. No suplicar el amor a la otra persona, no pedir amor a quien ya no quiere estar en la relación; porque ya no sería amor y la pareja es para disfrutar(se), no para obligar(se).
«No cura el tiempo sino lo que hacemos durante ese tiempo»
Cierto es que necesitamos tiempo para procesar la pérdida de la pareja, pero no hay que olvidar que no cura el tiempo sino lo que hacemos durante ese tiempo. Por eso hay que adelantar ese proceso, manteniendo una actitud activa y no dejando que lo sucedido bloquee tu vida y si es necesario, pedir ayuda profesional y cuanto antes mejor.
La próxima semana publicaremos la II parte.
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