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Belén Ceballos: «La culpa. Cómo deshacerse de esa mala compañera de viaje”

Belén Ceballos: «La culpa. Cómo deshacerse de esa mala compañera de viaje”

8 de marzo, día Internacional de la Mujer, y nueva cita de Profesionalmente. En esta ocasión la ponente era la coach educativa Belén Ceballos, y el tema: “La culpa. Cómo deshacerse de esa mala compañera de viaje”. 

Mientras nosotros compartimos una enriquecedora mañana en The Top, desde la calle llegaba el sonido de la manifestación que se había convocado. 

Esta jornada que pone el foco en las mujeres, debería invitar a la reflexión de toda la sociedad, visibilizar los logros conseguidos y los retos a los que nos enfrentamos, pero desde mi punto de vista, en los últimos años se ha distorsionado mediante la manipulación política y el apropiamiento indebido que han hecho del feminismo. Lamentablemente, algo que en vez de llevarnos a unirnos, nos ha dividido. Personalmente no me he visto representada en la convocatoria de huelga, y lo digo desde el respeto absoluto a las personas que con una convicción firme, en coherencia y tras adherirse en su totalidad a los puntos que conforman el manifiesto decidieron secundarla. Respeto, eso es lo que creo que ha faltado un año más entre las diferentes posturas. Y mientras no afrontemos la Igualdad desde el respeto, me da la sensación de que poco vamos a avanzar hacia lo que realmente es necesario. 

 

Digo todo esto porque hubo quien me increpó al organizar un Profesionalmente coincidiendo con el 8 de marzo y no sumarme a la huelga. No me quiero ni me debo justificar, porque por suerte vivimos en un país en el que somos libres de elegir si nos sumamos a una huelga o no. Pero sí quiero compartir mi manera de sentir este día que no debería ser necesario que se marcase en ningún calendario. Debería ser un día de agradecimiento a todas las que lucharon, trabajaron y se enfrentaron a lo establecido poniendo incluso en riesgo sus vidas, para contribuir a que nosotras, las españolas del siglo XXI, un 8 de marzo de 2019 tengamos reconocidos los mismos derechos y obligaciones en la Constitución y gocemos de la libertad que ahora mismo tenemos. Un día para la reflexión real y sincera más allá de las consignas aprendidas y heredadas. Una reflexión coherente y en la que hagamos participe a los hombres, porque esto, si no vamos todos de la mano, no tiene mucho sentido. 

Por eso ese día decidí disfrutar de la jornada. Hacer lo que muchas mujeres no han podido hacer a lo largo de la historia, trabajar y formarme. Como homenaje y acto de agradecimiento. Y mi trabajo por elección propia está muy relacionado con contribuir en mi entorno más cercano, en mi pequeño ámbito de actuación, a favorecer que algún día más allá del género a hombres y mujeres se nos valore únicamente como personas por nuestras capacidades, formación, actitudes, aptitudes y talento. Pero siempre alejada de la radicalidad o de las posturas extremas al igual que del victimismo.

No, esto no es una lucha, aunque lo pude percibir así en un momento de mi vida, cuando era más joven. Lucha conlleva confrontación, partes enfrentadas, esto es un trabajo que debemos llevar a cabo toda la sociedad desde la responsabilidad y teniendo en cuenta las diferencias. La principal la capacidad de ser madres y cómo nos marca. Es triste, o así lo siento, que hayamos llegado a un punto en el que la maternidad se perciba como una carga quitándole el inmenso valor y privilegio del que nos ha dotado la naturaleza, que es dar vida. Hay que tomar medidas y queda mucho por hacer, claro que sí. No me extiendo en este sentido porque por muchas vueltas que le de no tengo la clave para llegar a la solución, aunque estoy convencida de que muchas cosas mejorarían si se implementase en el sistema educativo, desde muy pequeños, la educación en emociones. 

Y eso precisamente es lo hicimos ese día en la jornada de Profesionalmente guiadas por Belén Ceballos. Y sí, digo guiadas porque todas las que asistimos fuimos mujeres. Quizás porque por nuestra fisiología, biología, educación y creencias ancestrales, somos las que más sentimos el peso de la culpa. Algo que se incrementa cuando nos convertimos en madres y queremos seguir llegando a todo al 100 %. 

Esther Lara, periodista y Lola Nieto, mentora de negocios. Ayuda a pequeños empresarios a optimizar sus empresas

María José Cabrera, profesora del Colegio Sierra Blanca 

Isabel Ridruejo, profesora del colegio Sierra Blanca

Nos culpamos por lo que hacemos y por lo que no hacemos, porque no llegamos a lo que se supone que deberíamos hacer o a lo que se espera de nosotras. 

La CULPA, sentir que te has equivocado, que no has actuado correctamente, que no has cumplido con tus expectativas o la de los demás. Es arrastrar la decepción y juzgarte con dureza. Todo eso lleva al bloqueo, al autosabotaje consciente o inconsciente como forma de castigo, pero la culpa se puede sanar. Todos nos culpamos por algo.

 Ana Paneque, Comercial de Gallery Hotel 

Myriam Ortíz, directora del hotel Molina Lario y fiel convencida de la importancia de trabajarse interiormente para ser mejor profesional. En esta ocasión pudo acompañarnos durante toda la sesión.

María Canales está trabajando en el proyecto de una web sobre vida saludable centrada en la provincia de Málaga y es organizadora del Festival de Yoga que se va a celebrar próximamente en Fuengirola. 

Encarnación Cano se dedica a la sombrerería y tiene una empresa que se llama B&C Hats London 

Belén Ceballos ha sentido el peso de la culpa en su vida, y con mucho trabajo interno y formación ha aprendido a trascenderla. Gracias a ella nosotras también aprendimos algunas herramientas para afrontarla y apartarla de nuestro camino, para reconocerla y gestionarla. Belén quería que la jornada la construyésemos entre todas, aún con la limitación del tiempo que teníamos. 

 

Se presentó explicando cómo había sido su proceso vital hasta llegar a estudiar Psicología, trabajar en el área de Recursos Humanos, ser madre, hacerse coach, y llegar a este momento.

Resumió de manera magistral en pocos minutos ese recorrido exterior e interior y compartió con nosotras la aparición de la culpa tras ser madre ocupando un puesto directivo de gran responsabilidad. Viajes, horarios maratonianos, estar en lo más alto a nivel laboral y sin embargo sentir el vació y la angustia de que en muchos de esos momentos lo que quería y necesitaba era estar junto a sus hijos. Ese tipo de culpa se repite de manera reiterada en lo que podemos llamar la Generación Bisagra. Aquellas que hemos tenido la posibilidad de ocupar puestos antes reservados para los hombres pero que no lo somos, que seguimos manteniendo nuestra esencia como mujeres:  “ Decidí hacer un encuentro conmigo para poder vivir en plenitud el desarrollo que había en mí, primero como profesional y luego como madre, quería ser madre en primera fila pero con emociones posibilitadoras. Así que me quedé en la empresa e hice el trabajo de trascender la culpa, la tristeza y llegar a tener ese éxito que tuve profesional. Hasta que un día cogí el coraje y el valor suficiente de mirarme a mí y contacté con aquella adolescente que metió en la mochilas todas las creencias y expectativas que había hacia ella, y pude contactar con lo que quería ser, misionera, que tenía un gran deseo de contribución al mundo. Recogí todos mis aprendizajes, mi formación como psicóloga, como coach, de los cursos que había hecho y eso me ha permitido estar hoy aquí como coach educativa”. 

Continuó explicando la relación de la excelencia con la culpa: “La excelencia no tiene que ver con llegar a todo. La excelencia tiene que ver con nosotros; con llegar a una contacto íntimo contigo. Vivir en coherencia entre lo que piensas, lo que dices y lo que haces. Y cuando tienes ese estado de armonía estás en excelencia, porque estás contactando con lo mejor de ti y de fuera”. 

Partía de que todas las que estábamos allí éramos diversas y con puntos de vistas diferentes, pero juntas podíamos construir la sesión: “La realidad no existe. Vivimos en un mundo observable donde cada uno en función de su historia, experiencia, educación y el entorno en el que ha vivido tiene una manera de observar e interpretar lo que está ocurriendo. Y eso tiene mucho que ver con la culpa. Quiero responsabilidad ante lo que queréis hacer con la culpa en vuestra vida y qué vais a hacer cada una para trascender la culpa”. 

Ana Iranzo, profesora del Colegio Sierra Blanca

“¿Qué es la culpa?”, nos preguntó para que cada una aportásemos nuestra percepción. “Es una emoción, produce una química en el cuerpo, y eso lo podemos gestionar”, y explicó el proceso biológico de cómo se desencadena y se desarrollan las emociones en nuestro cuerpo a partir de un pensamiento. Hasta el punto de que esa culpa se manifiesta físicamente en la persona. 

“¿Cómo surge la culpa?”, fue la segunda pregunta que nos invitó a responder . Explicó la diferencia entre sentirnos responsables y sentirnos culpables: “Cuando me siento culpable fisicamente estoy abatida, me siento pequeñita, no tengo capacidad de acción. Cuando me siento responsable me siento poderosa, tengo opciones, me pongo en acción”. 

Dori Pérez, tras muchos años en el sector del retail se está formando como coach

La culpa tiene mucho de remordimiento, de esa voz crítica que me incomoda porque de alguna manera me he salido de esa norma, de donde tengo que estar y nos complica la vida porque se supone que lo que he hecho no está bien. Somos meros repetidores de comportamientos infantiles. De alguna manera hemos aprendido comportamientos y conductas que todavía no han pasado por nuestro lado adulto y nuestra construcción moral aún está por definir”, continuó. 

 

Para ampliar este punto nos recordó el juicio que hacemos entre comportamientos buenos y malos, cuya valoración se basa generalmente en los castigos y refuerzos que hemos recibido en nuestra infancia y adolescencia, pero que llega un momento en nuestra vida en los que hay que cuestionarlos: “Aprendemos que hay cosas buenas en mí y cosas no tan buenas. Desde esa dicotomía y esa separación empezamos a relacionarnos con el mundo y la culpa tiene mucho que ver con todo esto. El problema está en que tenemos la necesidad de construirnos como personas fuera de la estructura social, y ese es el gran reto que tenemos. Cada vez que realizamos un comportamiento que “está mal” y se va fuera del entorno de trabajo, del entorno de la familia, como hija, como madre, como amiga, entonces creo que me siento en deuda y se soluciona con tres propuestas: O bien con el castigo, o bien con el perdón, o con la reparación”. 

“¿De qué nos informa la culpa?”, esa era la tercera pregunta. “Todas las emociones nos dan un mensaje. No hay emociones positivas o negativas, hay emociones agradables o desagradables. Toda emoción es nuestra sabiduría ancestral metida en nuestra fisiología que reacciona ante algo que ha ocurrido en el exterior y que nos advierte en nuestro interior a través del pensamiento, según piensas, sientes… Pero como no tenemos herramientas para escucharlas, lo que hacemos es evitarlas y evadirnos. La culpa nos informa de que he hecho algo, o no lo he hecho, que ha generado un impacto doloroso en alguien”, y puso algunos ejemplos para que pudiésemos entenderlo y reflexionarlo y ser conscientes de la necesidad que tenemos de reconocer nuestras creencias limitantes.  

“La culpa en un entorno social judeocristiano viene porque el pecado nos alejó del paraíso. Pero gracias a la culpa somos humanos. Así que el gran objetivo que tenemos es tratar de humanizarnos a nosotros mismos, entrar en contacto con nosotros mismos para ser conscientes de que somos un ser único y realmente puedo relacionarme con toda mi unidad sintiendo y comprendiendo para qué he hecho lo que he hecho. Hay unidad cuando no hay separación entre juez y víctima , soy una”, nos explicó Belén Ceballos. 

Belén nos narró una experiencia con una adolescente a la que trató para que entendiésemos la inutilidad e inefectividad del castigo. Castigarnos a nosotros mismos nos lleva al autosabotaje, a no sentirnos merecedores de las cosas buenas que nos pueden pasar. Por eso es tan necesario llegar al perdón. 

Marián Sánchez, publicista y Social Media 

El perdón es algo gratuito que alguien nos da si quiere. Tiene que haber arrepentimiento, una solicitud de perdón y que alguien nos perdone. Pero hay que dar un paso más, y es perdonarnos a nosotros mismos. Perdonarse a sí mismo es entrar en contacto con nosotros mismos porque necesitamos aprender nuestras lecciones. Perdonarse significa que fisiológicamente se está generando melatonina en el cuerpo y esa melatonina nos conecta con el alma, la fuente, la energía, como lo queráis llamar. Pero ese algo que te hace diferente a cualquiera y que es tu esencia y tu ser. Cuando te perdonas tienes paz”, y de nuevo explicó el proceso fisiológico que nos lleva al equilibrio a través del perdón. 

Ese viaje a nuestro interior es el gran reto que deberíamos plantearnos todos más allá de lo que se ve, de las manifestaciones materiales de nuestra vida. “Nos mantenemos en el “tengo que” para conseguir que nuestra identidad material se mantenga y mantener nuestro estilo de vida, es algo que forma parte de nuestra cultura social. Pero lo que realmente sostiene a una persona es su interior. Esa parte de nosotros que no nos han enseñado a mirar y que se va a mantener en toda nuestra vida, porque todo lo material puede desaparecer. Vivimos desde el tener y no desde el ser”. Y dibujó un iceberg para desarrollar esta idea. 

A la izquierda, María José Ramos, también se dedica a la enseñanza

Esa parte que no se ve la conforman las creencias, los valores y las emociones: «Necesitamos desde la excelencia hacer una mirada amorosa hacia nosotros mismos y cuando soy capaz de reconocer el para qué de por qué actué como actué, cuando soy capaz de reconocer para qué tengo una parte víctima y una juez dentro de mí, ese amor por mí misma va a restaurar ese impacto doloroso que he realizado en la otra persona. No por miedo al castigo o el rechazo, sino por el profundo amor por mí misma y por querer cuidar al otro. Eso es realmente una reparación. El perdón se queda pequeño con esto. Necesito perdonarme a mí misma para perdonar al otro. Tengo antes que comprenderme, perdonarme y aceptarme. Somos humanos”. 

 

Belén nos guió a través de un ejercicio práctico para llevarnos a reconocer y trascender la culpa. Nos ayudó a descubrir el para qué de una culpa concreta en la que nos hizo pensar y a quitarle fuerza a la parte juez que tenemos todos. “Desde la culpa sale el juicio al otro. Si yo no reparo bien la culpa, vivo en el autoengaño. En “el otro se lo merece…” Amar al otro pasa por aceptarnos y amarnos a nosotros mismos incondicionalmente”, y siguió con ejemplos que es como más se aprende. “Desde lo mejor de mí puedo conectar con lo mejor del otro. Tengo que habitar en mí”.

Belén lamentó no tener más tiempo para continuar con la sesión y profundizar en un tema que da para mucho y que es la causa de muchos frenos, de muchos miedos, y de muchos procesos en los que terminamos por boicotearnos a nosotros mismos. Todas nos quedamos con ganas de más. 

Algunas de las asistentes compartieron experiencias, reflexiones y experiencias en torno a la culpa. 

Como me pasa normalmente al escribir los artículos de Profesionalmente sé que me dejo mucho fuera, pero creo que por eso merece la pena vivir en primera persona las sesiones. Porque lo que aportan van más allá de lo que se puede plasmar sobre el papel. 

Durante la charla en The Top, se detuvo el mundo exterior y miramos a nuestro interior para salir de nuevo fuera de una forma renovada, convertidas en una mejor versión de nosotras mismas. Evidentemente con mucho por trabajar y mejorar, con deberes por hacer. 

 

En el brunch en Matiz tuvimos la oportunidad de seguir hablando, compartiendo, profundizando en el tema. 

Inmaculada Muñoz, del hotel Molina Lario

La conmemoración del día Internacional de la Mujer también estuvo presente, los distintos puntos de vista, los diferentes enfoques, que como decía Belén, no son más que el resultado de nuestra historia y de la vivencia personal de cada una. Pero todas teníamos en común que queremos herramientas para convertirnos en mejores personas, personas más plenas. 

En una sociedad que mide el éxito en señales externas que interpreta como merecedoras de reconocimiento y de bienestar, creo que no hay mayor éxito que la paz interna. Coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace, como decía Belén Ceballos. Una coherencia que exige, por parte de quien la practica, de honestidad, valentía y someterse al juicio ajeno en gran parte de los casos, pero que silencia a ese juez interno que forma parte de nosotros, y que posiblemente sea el más implacable. 

Redacción: Ana Porras  Fotografía: Manuel Martos

Agradecimientos

Gracias a Belén Ceballos por guiarnos en esta sesión, gracias a todos por venir y participar y gracias, una vez más, a todo el equipo de Hotel Molina Lario. 

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