El otro día me contaba mi amiga Carolina cómo había escuchado varias veces que después de la fase IV “volvíamos a la nueva normalidad” y la verdad, que por muchas vueltas que le diésemos a la dichosa frasecita, ninguna de las dos conseguimos llegar a la resolución de tal enrevesamiento de palabras; ¿Cómo se vuelve a algo nuevo?
La fusión del futuro y el pasado sin siquiera tocar base en el presente, nos resultaba demasiado complicado de descifrar, tal vez la conclusión final que dejamos encima de la mesa termine pecando en exceso de hiperrealismo, pero las únicas opciones viables que alcanzamos a ver una vez terminadas todas las fases es que unos volverán, y otros comenzarán de nuevo, pero el híbrido de los dos extremos, personalmente, no lo veo factible.
Estos días de reencuentros en la primera fase se han llenado de miles de conversaciones sobre el impacto que el confinamiento ha tenido en nosotros, qué hemos hecho, cuánto hemos reflexionado, cómo nos hemos sentido; hemos repasado las lágrimas, las risas y las frustraciones batalladas… y una vez revisado todo, nos situamos de nuevo en el aquí y ahora, y resulta que para una parte muy muy grande de la población, todo esto ha sido un punto de inflexión enorme.
«Todo esto ha sido un punto de inflexión enorme»
A algunos les ha llegado de manera externa y sin opción de réplica, y algunos otros han rebuscado dentro y se han dado cuenta de la infinidad de cosas que llevaban demasiado tiempo escondiendo en el fondo de la mochila, y aunque esa toma de consciencia no ha aparecido por sorpresa, sí que ha sido la primera vez en una larga temporada en que tal vez muchos han tenido que afrontar varios monstruos ignorados que solo añadían más y más peso al viaje.
Entonces, aun siendo conscientes de ello, ¿qué hace que decidamos ignorar ese peso pernicioso que nos oscurece tanto la travesía?
«Los humanos tienen la necesidad de evitar el dolor»
La realidad, es que todos los humanos nos movemos por dos únicos motivos: la búsqueda del placer y la necesidad de evitar el dolor, sin embargo, cada vez que paramos dos minutos a descansar la espalda, sabemos que lo más inteligente sería empezar a aligerar kilos innecesarios de carga. No obstante, en algún lugar recóndito de nuestra mente aparece ese diálogo interno que valora la situación, repasa las opciones, decide por ti, y finalmente considera que en realidad llevar a cabo la acción necesaria que te permita descargar lastre en ese preciso momento será mucho más doloroso que seguir postergando ese mismo dolor al que, al fin y al cabo, ya estás acostumbrado.
“Un Hombre va de visita a casa de un amigo y cuando entra por el jardín se encuentra con el perro de su amigo. El perro es grande y fuerte, pero está quejándose y obviamente incómodo. “¿Oye, que le pasa a tu perro? parece que no se encuentra bien y está sufriendo”, entonces el amigo le dice: “Mira, lo que le pasa es que lleva sentado encima de un clavo toda la mañana, sé que le duele y por eso se queja y se queja, pero no ha querido mover el culo de su sitio, porque aún con toda la queja y la herida que le está ocasionando el clavo, se siente cómodo y ya se ha acostumbrado a su sufrimiento”.
¿Y tú? ¿En cuántos clavos estás sentado y no haces nada por moverte de asiento?
¿Qué te impide perseguir tu sueño? ¿Qué te impide dejar ese trabajo en el que estás machacado? ¿Qué te impide emprender? ¿Qué te impide salir de esa relación tóxica? ¿Qué te impide hacer esa dieta? ¿Qué te impide hacer ese viaje en solitario? ¿Qué te impide decir cómo te sientes realmente? ¿Qué te impide decirle a esa persona lo muchísimo que la quieres? ¿Qué te impide…?
¿Cuánto más dolor tienes que sentir para empezar a cambiar todo aquello que te hace daño y te impide vivir la vida que quieres de verdad?
La verdad en todo esto es que la mayoría de personas trabajan con muchísima más fuerza para mantener lo que ya tienen y conocen, aunque no sea lo que quieren para su vida, que para asumir los riesgos aún desconocidos por conseguir lo que realmente desean, y ahí es donde empieza a habitar el sentimiento de vacuidad que domina la esencia de tantas personas en algún momento de nuestras vidas; es entonces cuando en cada una de esas situaciones de inflexión hay quienes deciden que ya han sufrido el dolor del clavo durante demasiado tiempo y otros que aún prefieren quedarse con la herida que todavía no ha generado suficiente daño como para tomar acción en su vida.
El secreto para iniciar esa toma de acción, que sabemos que necesitamos y que no sabemos gestionar, es empezar a entrenarnos para poder utilizar el sufrimiento y el placer en nuestro propio beneficio y desarrollo, en lugar de dejar que ellos nos utilicen a nosotros, puesto que este es el único modo de tomar las riendas de nuestras propias vidas.
Asumir el control absoluto de tu vida no es ninguna tontería, exige esfuerzo y mucho coraje, busca ayuda profesional, familia, amigos, alianzas, ningún soldado en solitario logro ganar una guerra por sí solo, se valiente, y decide ahora cómo quieres seguir dibujando las rutas de tu propia historia… ¿Vuelves a tu normalidad o empiezas una nueva?
Paula Díaz Ruíz, Coaching
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