Llegamos a la nueva normalidad y lo hacemos tras meses en los que las circunstancias nos han hecho ponernos de frente ante nuestra realidad. Si la rutina y la cotidianidad nos han permitido escapar siempre de asuntos a los que no queríamos enfrentarnos, el confinamiento y los acontecimientos que hemos vivido han supuesto para gran parte de nosotros un viaje a nuestro interior, un periodo de reflexión y en la mayoría de los casos una necesidad de transformar nuestra vida. Esta necesidad se ha hecho aún más patente en familias en las que existe una persona con una adicción y que ahora más que nunca entienden que ha llegado el momento de buscar ayuda en un centro de desintoxicación y dejar atrás esas adicciones que nos lastran y no nos permiten avanzar.
A los que se preguntan cómo dejar una adicción la respuesta no les llega en forma de manual esquemático que solo han de cumplir punto a punto. No es tan sencillo, lamentablemente. Normalmente las adicciones son el reflejo de algo más profundo que necesitan de un estudio pormenorizado por parte de profesionales cualificados para ello y de una terapia en la que se trata al paciente desde distintos ángulos. No, no es fácil deshabituarse de sustancias o comportamientos que hemos integrado y que son dañinos para nuestra vida y para la de las personas que nos rodean.
¿Sabías que una adicción puede ser algo heredado? Pues así es. La tendencia a las adicciones puede venir marcada en nuestra propia biología, en el ADN, y desencadenarse ante una circunstancia externa, lo que necesitará de un trabajo concienzudo para enfrentarse a ella y eliminarla de nuestra vida. En la mayoría de los casos cuando esta adicción está muy vinculada a nuestro entorno y nuestra forma de vida será necesario apartarse de nuestro día a día por un tiempo para tratarla y solo así poder dejarla atrás y empezar de nuevo. Los centros de desintoxicación permiten hacer ese proceso de desintoxicación a través de una inmersión total que le lleve a la transformación.
No somos conscientes de que las adicciones en gran parte de los casos son una vía para huir de nosotros mismos, un método de escape con el que inconscientemente nos castigamos ya que sentimos no ser merecedores de una vida mejor, nos culpabilizamos por algo, o en la que nos escondemos para no afrontar lo que realmente queremos hacer o cómo queremos vivir porque dar ese paso requiere de unos cambios que nos aterran ya que nos llevan a lo desconocido, al miedo al fracaso.
Lamentablemente las adicciones anulan nuestra voluntad y muchas de ellas nos van alejando de nuestra esencia, de las personas a las que realmente les importamos y nos sumergen en una esclavitud que pasa a controlar nuestras vidas. El alcohol, las drogas o el juego además de dañar a los adictos destruyen familias y economías enteras. Son los familiares los que tienen que dar el paso de buscar ayuda e internar a su ser querido para que pueda curarse, recuperarse y el único objetivo es que vuelva a ser libre y alcance esa felicidad que durante la adicción sustituye por un placer efímero e inmediato que cada vez dura menos tiempo.
En esta sociedad cada vez hay más adicciones que intentan tapar vacíos existenciales, pero por fortuna también cada vez hay métodos terapéuticos más efectivos para acabar con ellas y permitir que esas personas tengan una nueva oportunidad para vivir una vida plena. No somos nuestro pasado, somos lo que somos capaces de hacer con nuestro presente y nuestro futuro.